Hoy volvemos a analizar un conflicto de la actualidad, en esta ocasión el conflicto generado entre Armenia y Azerbaiyán, por la región en disputa de Nagorno Karabaj. Y, como no, a ver en que puede beneficiarnos o perjudicarnos según nuestra posición geopolítica. Empecemos:
Lo primero que debemos hacer es entender la situación de ambos países, antes de entrar a valorar las consecuencias geoestratégicas. Armenia y Azerbaiyán son dos países del Cáucaso, colindantes, y ex miembros tanto del Imperio Ruso como de la URSS. Las diferencias entre ambos son tanto culturales (armenios-otomanos), como religiosas (cristianos-musulmanes). Esto hace que, estando frontera con frontera, sus relaciones hayan sido tan buenas como las de España con Marruecos (o, si son ustedes almas cándidas, de los que piensan que tenemos un amigo en Marruecos, piensen mejor en las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur, o entre China y Taiwán).
Durante la historia, al ser pueblos tan geográficamente juntos, sus poblaciones se desdibujaron sobre el mapa, y eso ocasionó la existencia de enclaves no ya políticos, sino culturales (un enclave es una superficie de un país, que está dentro y rodeada por completo por otro país). Primero se vivió la expansión del imperio armenio, luego la subyugación de la zona por los otomanos, y más tarde la anexión de ambos por el Imperio Ruso, y, entre medias, periodos de posesiones de partes de ambos países por ambas potencias. A día de hoy, esto ha hecho que, si observamos un mapa, podamos ver numerosos enclaves de ambos países, pero los que más nos llamarán la atención serán el enclave culturalmente armenio de Nagorno Karabaj, y la región azerí (no enclave, pues no lo rodea por completo Armenia, sino exclave) de Najicheván completamente separada del resto de territorio de Azerbaiyán:
El problema actual, comenzó tras la disolución de la URSS. Este país había mantenido la región del Nagorno-Karabaj bajo el control de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, pese a que sus habitantes fueran culturalmente armenios, debido a las malas relaciones entre rusos y estos últimos. Cuando ambos países se independizan, se desató una guerra entre ambos, debido a la proclamación de independencia de esta región. Al finalizar la guerra, la región de Nagorno-Karabaj no se incorpora a Armenia, pero crea su propio estado (aunque no reconocido por la comunidad internacional), la República de Artsaj, en el que el idioma y la moneda son los armenios, y el gobierno es, en la práctica, un protectorado de Armenia.
Ahora bien, esto queda así después de la caída de la URSS y la guerra armenio-azerí posterior, pero desde entonces hasta la fecha ambos países han evolucionado de forma distinta. Es cierto que ambos están plagados de corrupción, y que están muy lejos de poder considerarse estados desarrollados, pero en la práctica Azerbaiyán ha logrado que su potencial económico deje atrás a Armenia. No solo cuenta con más del triple de habitantes que esta, sino que su PIB per cápita es de 7.300€ frente a los 6.100€ de su rival, y además la tasa de desempleo es exactamente la mitad. La deuda %PIB de los azeríes es del 20%, mientras que la de los armenios es del 60%. Y tener más población, que encima de media tu población tenga más trabajo y sea más rica que la de tu vecino (ganas cualitativamente y cuantitativamente), y que a mayores tu economía esté más saneada, nos lleva al dato más representativo cuando quieres comparar económicamente dos países: el PIB nacional. Mientras que Azerbaiyán disfruta de un PIB de 74.645 M€, el de Armenia es de 18.451 M€.
Por si todo lo anterior fuera poco, tenemos una Balanza Comercial (Exportaciones-Importaciones) positiva de más de 8,5 MM€ (miles de millones de Euros) por parte de Azerbaiyán, y, por el contrario, una negativa de casi 2 MM€ para Armenia… podemos considerar que, aun contando con el efecto corrupción, Azerbaiyán ha hecho muy bien los deberes y Armenia… no tanto.
Esto ha resultado en que, en la actualidad, los roles se hayan invertido, y sea Azerbaiyán quien cuente con una economía y Estado más desarrollados, y un ejército más potente que su rival… y claro, tienen más ganas que nunca de ajustar cuentas, ya que, para que su población local no se rebele contra la corrupción de sus propios políticos, la mejor opción de estos mismos es buscar un enemigo externo. Es ya, por tanto, no un asunto de orgullo nacional (que también) sino de una jugada maestra en el “Juego de Tronos” de Azerbaiyán.
También es reseñable resaltar que Azerbaiyán, debido al exclave que mencionamos anteriormente, no solo persigue el objetivo de recuperar el Nagorno-Karabaj, sino que han expresado que también están buscando conseguir del territorio armenio un corredor que una sus dos territorios separados. Esto sería un ataque directo contra la soberanía de Armenia, ya que hasta ahora solo han reclamado el territorio de la República de Artsaj que es, oficialmente, independiente de Armenia. De hecho, Armenia conocedora de su inferioridad hacia Azerbaiyán, ha utilizado este pretexto para no defender el territorio de Nagorno-Karabaj, provocando desórdenes en su propio país, sobre todo por parte de las facciones más nacionalistas.
Ahora, empecemos con la geoestrategia. En un conflicto como este, podríamos suponer que los países musulmanes y Rusia (oriente) apoyarían a Azerbaiyán y occidente a Armenia… ¿no? Pues aquí se complica todo. Como ya dijimos, Azerbaiyán es un país de ascendencia cultural Otomana, por lo que aquí aparece el primer aliado incondicional: Turquía. Y claro, si la Turquía de la OTAN se pone de lado azerí, entonces Rusia e Irán se ponen de lado armenio. Si señores, Rusia, que recuerden, fue la que mantuvo la región en disputa de Nagorno-Karabaj bajo control de Azerbaiyán, porque se llevaban a matar con los armenios, ahora se pone a proteger a estos últimos. E Irán, dictadura de los musulmanes más radicales si exceptuamos, tal vez, Afganistán, se pone de lado de la nación cristiana… doble locura. Pero esto no ha hecho más que empezar, porque claro, si Irán está de lado armenio, entonces Israel se pone de parte de… efectivamente, los musulmanes. Deben de ser muy distintos a los musulmanes de la franja de Gaza, por lo visto.
Ironías a parte, la geopolítica hace extraños compañeros de cama, y está claro que, con el conflicto armenio-azerí, se ha coronado. A todo esto, nos falta EEUU y UE por entrar al tablero de juego. De momento, los EEUU están expectantes, con un ligero apoyo a Armenia, no por no saber qué bando escoger, sino porque en ocasiones no escoger a ningún bando es la mejor decisión estratégica. Para explicar mejor esto, ahora mismo a EEUU lo que le interesa es que no haya ganadores ni perdedores, sino que exista un conflicto que se alargue y desgaste por completo la imagen de su archienemigo: Rusia. Y ¿por qué un conflicto largo es una mala imagen para Rusia? Pues porque ambos países, Armenia y Azerbaiyán, son miembros de la CEI (Comunidad de Estados Independientes) una organización que busca que los antiguos miembros de la URSS cooperen en temas de defensa, economía y seguridad. En líneas generales, que sigan la estela de Rusia. Sin embargo, ya hay varios países (Letonia, Lituania, Estonia, Georgia, Ucrania y Turkmenistán) que o bien nunca llegaron a entrar, o bien han ido abandonándola. Que dos países pertenecientes a esta organización acaben en guerra es un golpe a la autoridad rusa, y los EEUU están muy contentos con este hecho. Pero es que, a mayores, Armenia pertenece a otra organización, la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) que es el equivalente a la OTAN rusa… y Azerbaiyán no. Esto implica que, ante una amenaza a Armenia por parte de un país externo (Y Azerbaiyán lo es) Rusia debería movilizarse de inmediato para garantizar su defensa… y vemos que esto no se ha producido, lo cual es otro duro golpe para la imagen, ya muy maltrecha, de Rusia. Muchos países pueden empezar a considerar que la “protección” rusa tiene la misma validez que una moneda de 3€.
Respecto a lo que interesa a la UE… aquí es donde viene la miga para España, pues en este asunto nuestros intereses son prácticamente los mismos. Si bien podemos creer que es un asunto que no nos afecta, ya que hablamos de dos países pequeños, lejanos, no desarrollados y con economías primarias, que se están pegando allá por los montes cercanos al mar Caspio, en verdad no podríamos estar más lejos de la realidad.
Como ya sabemos, en la actualidad estamos pasando por una crisis inflacionista, causada por varios motivos, pero uno de los principales es la subida del precio de la energía debido a la guerra de Ucrania y el empeoramiento de las relaciones con Rusia.
Según el Global Petrol Prices, mientras el precio del petróleo no para de subir, ni los EEUU ni Rusia están sufriendo de forma excesiva las consecuencias, entre otras cosas, por ser ambos unos países con grandes reservas de crudo. Sin embargo, Europa se está llevando la peor parte, y estamos sufriendo a más no poder con cada reunión de la OPEP (la Organización de Países Exportadores de Petróleo), ya que no solo no producimos nada, sino que encima nuestra dependencia de Rusia por proximidad era bastante fuerte.
Claro que aquí no acaban las malas noticias, porque otro de los golpes que estamos recibiendo por culpa de la guerra ucraniana es por el precio del gas. Otra vez tenemos a las grandes superpotencias, EEUU y Rusia, en situaciones bastante cómodas… y bastante cómoda para definir la situación de los EEUU se nos queda muy corto, pues no solo no están sufriendo ni de lejos lo mismo que Europa, sino que, si ustedes recuerdan el famoso gas licuado, están haciendo negocio con nosotros a raíz de las sanciones que se han impuesto a Rusia.
Una vez más, con la fuente del Global Petrol Prices, vemos que, a final de 2022, los ciudadanos de EEUU estaban pagando el gas a 0.055 kWh/USD, mientras que para los ciudadanos europeos esta cifra oscilaba entre 0.115 y 0.431 (exceptuando a Polonia, que tampoco sale muy bien parada con un 0.094). Esto es ¡entre un 210% y un 800% el precio de los EEUU! Una auténtica barbaridad.
Y todo esto, ¿qué tiene que ver con el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán? Pues como decíamos al principio, Azerbaiyán, pese a no ser un país desarrollado, es una mini-potencia regional al alza, cuya economía se basa en el petróleo y, en menor medida, el gas. La poca industria que tiene, está casi toda enfocada a la industria petroquímica y a otras industrias derivadas del petróleo. Y encima, a nivel estratégico, están viendo como ninguna de las grandes potencias se han puesto de su parte en sus reclamaciones.
Esto es una grandísima ventana de oportunidad, no ya para España, sino para Europa en su conjunto. Y muchos políticos han sabido verlo. Ahora mismo ya está operando el Corredor Meridional del Gas, un proyecto que permite enviar gas natural desde Azerbaiyán hacia Europa. En enero de 2011, Europa firma un memorando con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, para confirmar este proyecto. Fue una declaración de intenciones, mucho antes de la crisis ucraniana, donde ya Europa dejaba claro que no estaba cómoda con la gran dependencia hacia Rusia. Se calcula que este gasoducto puede llegar a suministrar hasta 20 mil millones de metros cúbicos de gas al año. Si bien las necesidades de Europa son muy superiores a esta cifra, la realidad es que la UE ha pasado de demandar casi 500 mil millones de m3 anuales en 2010, a que en 2021 no solo no fuera superior, sino que había bajado a apenas 410 mil millones, debido a las políticas de reducción de consumo por parte de los estados miembros. Y estas políticas siguen avanzando, junto a las de eficiencia energética y el impulso a las energías renovables, por lo que podemos prever que esta cifra se va a reducir aún más en los próximos años.
Si estuviéramos aumentando nuestra dependencia de estos recursos, no quedaría más opción (por mucho que nos doliese) de tener que aceptar una posición mucho más de perfil sobre Rusia, en un intento de mantenerlo como socio comercial estratégico.
Por el contrario, como nuestra estrategia actual es la de bajar la dependencia de materias primas que no somos capaces de producir, y más, cuando el producto final sea completamente estratégico (como en este caso, el petróleo, gas natural e, incluso, el uranio, para conseguir energía), tener un socio como Azerbaiyán, capaz de enviar miles de millones de m3 anuales de forma estable, y a precio más que razonable, mientras dura nuestra transición, se nos vuelve un objetivo prioritario.
Y ¿qué implicaciones tiene esto en definitiva? Pues que nuestro objetivo estratégico está completamente enfrentado a los EEUU. Debemos apoyar a Azerbaiyán, pero un apoyo frío. ¿Por qué? Porque es posible que las hostilidades no hayan acabado, y si se sintiesen lo suficientemente fuertes podrían buscar, no ya recuperar el Nagorno-Karabaj (cosa que, a efectos consumados, ya han logrado), sino conseguir ese corredor anteriormente mencionado. El interés debería ser pacificar la región, para asegurarnos que los recursos de Azerbaiyán, mucho más imprescindibles para nosotros que para EEUU o Rusia, sigan fluyendo a buen ritmo y precio. Habiendo perdido como socio preferente a Rusia, perder ahora a uno de estos pequeños socios podría tener unas repercusiones para Europa como el intentar apagar un fuego con gasolina.
Como último detalle, a fecha de edición de este análisis, Armenia parece que es de los países que se ha dado cuenta del “valor” de la protección rusa, y ha decidido, viendo que Rusia se ha negado a intervenir en su favor, a firmar el Estatuto de Roma (que implica obedecer a la CPI, la cual ha ordenado un arresto internacional sobre la figura de Vladimir Putin). Además, está buscando en Francia y Gran Bretaña dos socios que le ayuden a instruir a su ejército, lo cual le aleja aún más de la órbita rusa.