La cruda realidad es que el futuro de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía es cada vez más fúnebre. Se han cometido demasiados errores, el capital político que aún quedaba se ha dinamitado y lo peor es que no hay tiempo suficiente. Salvo un nuevo milagro repentino, o un nuevo error grosero del resto de fuerzas, sólo queda por afilar las tijeras para que las parcas corten el hálito vital de un proyecto que parece que se le ha pasado su tiempo.
El lunes 9 se dió el debate entre quienes aspiran al recién creado cargo de “Portavoz del Partido”. En el modelo “bicéfalo” que se han inventado (sin entender la idiosincrasia de Euskadi y del PNV, el único partido serio que ha sabido utilizarla, dado que los Verdes alemanes acaban de renunciar a él en cuanto han tenido opciones de competir por la cancillería) es el líder y futurible candidato a la Presidencia del Gobierno por la formación liberal.
Dado que siempre se suele olvidar, parece generoso empezar por la candidatura de Marcos Morales y “La base del cambio”. Al candidato no se le ocurrió otra que rechazar a todos aquellos que se identifican como “centristas” (más de la mitad de los españoles según el CIS) y “socioliberales”, para decir aspira a liderar a los “liberales de verdad”. Afortunadamente, admitió la posibilidad de atraer a socialdemócratas y democristianos, pero el pufo de pureza ideológica que había transmitido me hizo sentir como un sangre-sucia por ser un mero rawlsiano.
En Patricia Guasp no se vió, ni por asomo a una futurible Presidenta del Gobierno, es más, ni siquiera se vió a la incisiva parlamentaria con grandes intervenciones en el Parlament de les Illes Balears. De valores no habló, quizás por escasa preparación, y es que utilizó las cuatro bagatelas que se han presentado en la ponencia. Su labor consistió en reprocharle a Edmundo el argumentario de la campaña de las elecciones del 4 de mayo en Madrid, tergiversando la toma de decisiones de aquella campaña, para terminar de acusarle de tener dos caras y de mentir. La única razón que he encontrado para votarla es que si Guasp ganara, hecho que sería lo normal, sería la primera líder balear de un partido nacional desde Antonio Maura. Es uno de esos datos históricos que nos enamoran a los verdaderos frikis de la historia y de la política pero que no valen para nada. En fín, su falta de liderazgo ha quedado patente también por los propios miembros de su propia candidatura que no la consideran a ella como el futuro, sino a Adrián Vázquez quien se presenta a la Secretaría General del partido (el cargo orgánico). Sencillamente, desilusionante, y eso que la labor del propio Adrián, o de miembros de esa candidatura como Joaquín Patilla, merecían una mejor representación.
El único, en mi opinión, que acierta en el diagnóstico es Edmundo Bal. Si uno de los problemas del país es el ejercicio del poder por parte de Pedro Sánchez, se necesita una opción política liberal, progresista y autónoma. Si muchos se inflan el pecho hablando de “dar la batalla cultural”, pero que se sienten acomplejados cuando es necesario hablar el Estado del Bienestar. Dar la batalla cultural debe suponer, también, arrebatarle a una izquierda posmoderna el concepto de progreso. No podremos llegar nunca a ser competitivos si quedamos subsumidos, de nuevo, en una oferta electoral reaccionaria donde son infinitamente mejores el Partido Popular y Vox.
Por tanto, como mero afiliado votaré para tratar de ensanchar el espacio ideológico recuperando el progreso como un valor fundamental del partido, valor que esta dirección ha querido eliminar de la ponencia de estatutos. Para no refundirnos en las opciones conservadoras del país, parece que Bal es la mejor opción.