Un mandato perdido

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Ya falta poco para que termine el presente mandato en el Ayuntamiento de Lleida. Y si quieren que les sea sincera, pienso que estos últimos cuatro años han sido inhóspitos, tristes, grises. Cuatro años en los que ha perdido la ciudad, han perdido los ciudadanos y se ha dañado la confianza en la política. Un mandato perdido. Pero no es momento de lamentaciones, porque el pasado ya no se puede cambiar, y ahora toca mirar hacia adelante y apostar para que el cambio necesario sea una realidad en el mes de mayo.

Hay que ser conscientes que, aunque el cambio de políticos es una parte natural de la democracia y puede ser un paso importante para renovar y mejorar la política local, ello no garantiza necesariamente una solución a todos los problemas del municipio. Porque si la política local cae otra vez en manos equivocadas, serán los ciudadanos los que, de nuevo, sufran las consecuencias de otro mandato perdido en el que los de siempre sólo busquen su propia gloria y, mientras, se desatiende el bienestar de la comunidad. El problema no siempre es individual, sino que a menudo está relacionado con el sistema político que tenemos. Por ejemplo, la falta de transparencia, la falta de participación ciudadana y la influencia de intereses privados en la política partidista dificultan la efectividad, la rendición de cuentas y la ética. Por eso, es muy importante que los ciudadanos estén comprometidos y sean activos en el proceso político local, para asegurar que los electos para representarlos sean responsables y trabajen para el bienestar de todos, en lugar de buscar su propio beneficio.

Y sólo si la ciudadanía está informada, involucrada, atenta y exigiendo responsabilidad, será posible garantizar el debido servicio a toda la comunidad. La única manera de evitar un nuevo mandato perdido es asegurar que los ciudadanos tengan acceso a los servicios prestados por el ayuntamiento de manera efectiva y que cuenten con los recursos que necesitan para prosperar. Puede que un cambio y, en consecuencia, la predisposición para cambiar, sea la única receta posible ante el fracaso estrepitoso de un liderazgo que se ha revelado inexistente e ineficaz.

Por eso, el cambio ha de concebirse como una oportunidad para avanzar, con nuevos representantes que traigan ideas frescas, enfoques innovadores y soluciones disruptivas a los problemas locales. Además, es necesaria una mejor y mayor conexión con la ciudadanía y una mejor comprensión de sus necesidades y prioridades para abordar los nuevos retos y problemas de nuestra ciudad, que son muchos. Conviene informarse sobre las propuestas, debatir las ideas y apostar por quienes adquieran una responsabilidad real con la ciudadanía. Basta de promesas, es hora de compromisos.

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