El anuncio de que la ministra de Igualdad, Irene Montero, no formará parte de la candidatura de Sumar a las elecciones generales del 23 de julio ha provocado una ola de críticas y reproches en el seno de la izquierda. El exvicepresidente Pablo Iglesias ha sido el más duro al calificar el veto de Yolanda Díaz, líder de Sumar, como un “terrible error” que tendrá costes electorales y éticos para su proyecto.
Iglesias ha defendido a Montero como una referente del feminismo y una víctima de la violencia política de la derecha y los medios de comunicación. Ha acusado a Díaz de falta de lealtad y decencia, y le ha pedido que rectifique antes de que se cierren las listas electorales. También ha denunciado el silencio cómplice de algunos sectores de la izquierda que no han salido en apoyo de Montero.
Díaz, por su parte, ha evitado entrar en el enfrentamiento directo con Iglesias y ha asegurado que respeta su opinión, pero que no comparte su visión. Ha afirmado que la lista de Sumar es fruto de un proceso participativo y plural, y que busca representar a la mayoría social que quiere un cambio político en España. Ha insistido en que su prioridad es sumar fuerzas para frenar a la derecha y a la ultraderecha, y que no se va a distraer con polémicas internas.
La decisión de Díaz ha generado también reacciones encontradas entre otros actores políticos y sociales. Algunos han aplaudido su valentía y su autonomía para romper con el pasado y renovar el espacio político de la izquierda. Otros han lamentado su falta de generosidad y su desprecio hacia una ministra que ha impulsado leyes pioneras en materia de igualdad y derechos sociales.
La polémica por la exclusión de Montero se produce en un contexto de alta incertidumbre política, tras la convocatoria anticipada de elecciones generales por parte del presidente Pedro Sánchez. Los sondeos auguran un escenario muy fragmentado y una posible mayoría absoluta del bloque de derechas formado por PP y Vox. La izquierda se juega mucho el 23-J, y el veto a Montero puede ser un factor determinante para movilizar o desmovilizar a su electorado.
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