La desaparición de Anna Marín, una joven de 21 años de Elche, presenta notables similitudes con el caso de Patricia Aguilar. A pesar de las diferencias individuales, ambos casos involucran a chicas jóvenes de Elche cuyos destinos las llevaron a Perú, y los hechos que rodean sus desapariciones sugieren un modus operandi preocupantemente similar al empleado por el individuo que captó a Patricia.
Anna Marín, estudiante de cuarto curso de Historia en la Universidad de Alicante, llevaba una vida normal en su hogar. Era conocida por ser una joven inteligente y algo introvertida, con un círculo social limitado a sus amigos más cercanos.
En julio, Anna informó a su familia que estaría fuera una semana debido a un viaje con compañeros de carrera a Lima, Perú. Aparentemente, esta decisión era acorde con su edad de 21 años. Sin embargo, lo que llamó la atención fue que viajó sola, sin ningún amigo que la acompañara desde Elche.
El 29 de agosto, sin previo aviso a su familia, Anna anunció que pasaría una semana en el campo con unas amigas y amigos. Sin embargo, en secreto, planeaba regresar a Perú, nuevamente sola y sin un billete de vuelta. Durante los primeros días de su segunda estancia en Perú, mantuvo contacto con sus padres, su hermano y su prima. Cuando debía regresar, alegó que había encontrado trabajo en Madrid y que se quedaría allí. Sin embargo, los registros de su tarjeta la ubicaron en Lima.
Hasta última hora del domingo, Anna Marín no había dado señales de vida. La insistencia de su familia y los mensajes de alerta de SOSDesaparecidos la llevaron a responder a los mensajes de su madre y su prima. Sin embargo, las respuestas, al igual que en el caso de Patricia Aguilar, eran inusuales: mensajes muy formales y con un léxico más propio de América del Sur, lo cual resultaba extraño dado que Anna apenas llevaba diez días en Perú.
Anna Marín aseguró a su familia que todo estaba bien, que nadie la estaba manipulando y que su vida ahora estaba en Perú. Estas respuestas generaron preocupación debido a que reflejaban un patrón de comunicación típico de sectas o individuos involucrados con sectas, según Joaquín Amills de SOSDesaparecidos, quien está involucrado en el caso.
Posteriormente, la familia descubrió que Anna no había asistido a la universidad desde noviembre y que sus amistades habían notado cambios en su comportamiento. Según Amills, estas captaciones no ocurren de manera rápida, sino que suelen iniciar meses antes. En el caso de Patricia Aguilar, comenzó a los 16 años y continuó hasta su mayoría de edad. En el caso de Anna, la fecha exacta de inicio es desconocida, pero se presume que también fue hace varios meses.
El perfil de una persona susceptible a ser influenciada por una secta corresponde generalmente a una persona de entre 18 y 25 años, una etapa de la vida marcada por la incertidumbre sobre el futuro, la búsqueda de nuevos desafíos y dificultades para lidiar con la frustración y las expectativas. Este perfil busca confianza, reconocimiento y la ampliación de su círculo social, elementos que las sectas suelen ofrecer.
La familia de Anna Marín cuenta con el apoyo de SOSDesaparecidos, la Asociación Profesional de Detectives Privados en España (APDPE) y la asociación peruana CHS, especializada en casos de trata de personas. Se sospecha de una posible relación entre su desaparición y una entidad pseudo-religiosa o una persona vinculada a ella.