Sarah Wayland, University of New England
El fallecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra ha provocado muestras de dolor en todo el mundo: desde la gente que ha acudido a las puertas del palacio de Buckingham, su residencia en Londres, hasta las condolencias de líderes mundiales, pasando por reflexiones particulares de personas anónimas en redes sociales sobre lo que significó para ellos.
Es obvio que una mayoría de estas personas nunca han conocido en persona a la reina Isabel II.
¿En qué medida es distinta esta expresión colectiva de duelo hacia alguien que nunca conocimos de la de una persona cercana?
Existen puntos en común, pero también grandes diferencias. Existe, además, un debate emergente sobre cómo debe ser recordada su figura, lo que puede complicar el proceso de duelo.
¿En qué medida es el mismo duelo?
Sentir la muerte de alguien supone reflexionar sobre nuestra conexión con ellos a lo largo de su vida, y los lazos que establecimos, que han dejado de existir.
Aunque la reina no era parte de nuestra familia, muchos “crecimos” con ella. A lo largo de su reinado, de 70 años de duración, ha sido parte de nuestras vidas –y de las de nuestros padres y abuelos. Estas conexiones intergeneracionales nos hacen sentir que la “conocemos”.
En el ámbito internacional, nos hemos preparado para su muerte desde hace tiempo. Los medios llevan años tratando los temas de su avanzada edad, sus problemas de salud y los planes posteriores a su muerte.
Esta “familiaridad” a que nos hemos habituado hace que nuestro duelo se parezca, en parte, al que sentimos por alguien que estaba presente en nuestra vida y se ha ido.
¿En qué se diferencia?
Al mismo tiempo, el duelo por una persona que no conocemos personalmente, como la reina, puede ser muy distinto.
Al no tener una conexión personal con ese individuo, no tenemos anécdotas personales o experiencias directas. No tenemos recuerdos que rescatar. Nos es difícil crearnos una imagen de quién era realmente, o de lo que significó para nosotros, al estar tan lejos de nuestro alcance.
En lugar de recordar nuestra relación personal con un ser querido, cuando una figura pública muere nos apoyamos en experiencias compartidas con toda una comunidad de personas, y el duelo es colectivo. Esto influye en nuestra manera de compartir el duelo en internet.
Un duelo debatible
La mayoría de nosotros no conocimos a Isabel II en persona. Nuestra percepción de ella (su personalidad, sus características) no está basada en hechos.
Por ejemplo, nuestro recuerdo se ve influido por nuestra edad, nuestras posturas políticas, o si nuestra vida ha sufrido el impacto del colonialismo.
Este “tira y afloja” sobre cómo debemos recordar la figura de Isabel II –en el Reino Unido, en los países pertenecientes a la Commonwealth y en general en todo el mundo– se desarrolla ante nuestros ojos en las redes sociales. Cuando personas muy distintas comparten su reacción a la muerte de la reina, el duelo que sentimos se ve influido.
Nos podemos llegar a preguntar, por ejemplo, si debemos sentir dicho duelo, o quién tiene derecho a hacerlo público, o incluso si estar en contra del duelo en sí y manifestarlo es algo apropiado.
Hay que hacer sitio a estas distintas reacciones a su muerte.
¿Cuál es el papel de los medios?
Los medios tienen un papel protagonista en cómo vivimos el duelo.
Las actualizaciones en tiempo real, la cobertura constante, nos han permitido estar preparados para la muerte de la reina mucho antes de que se anunciara la muerte en sí.
Seguir así, en primera línea, los acontecimientos, y las consiguientes expresiones públicas de duelo, puede ser para algunos un detonante negativo.
Para quienes han perdido a alguien cercano recientemente –o incluso, hace año— esta cobertura exhaustiva traerá recuerdos de cómo fue la muerte de su ser querido.
Las restricciones durante la pandemia puede haberles robado la oportunidad de ofrecer el cuidado merecido a la persona fallecida, o incluso de atender a su funeral.
La cobertura día y noche, el bombardeo de actualizaciones, estar informados de cada paso que se da en torno a la muerte de la reina puede hacer que revivamos nuestra propia experiencia de pérdida. Y debemos ser comprensivos con estas reacciones.
Sarah Wayland, Senior Lecturer Social Work, University of New England
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.