María J. García-Rubio, Universidad Internacional de Valencia
Luis ha estado tres semanas de vacaciones con su familia en la playa. Durante ese periodo ha disfrutado tanto que al volver al trabajo no recuerda la contraseña para fichar. Tras varios intentos, el sistema se colapsa; Luis se frustra y pega un grito. Todos sus compañeros lo miran y no entienden qué pasa. De forma repentina, nuestro protagonista comienza a sentir ansiedad, rabia e incluso culpa por haber desconectado tanto durante las vacaciones. Días después, muestra falta de motivación por el trabajo y apatía en general.
Lo que le ha pasado a Luis es que ha entrado de lleno en el famoso síndrome posvacacional. La vuelta al trabajo tras las vacaciones, especialmente las que tienen lugar en los meses de verano, no es tarea fácil. Según el informe de la empresa de software de recursos humanos Bizneo HR, hasta el 60 % de los españoles podrían sufrir este síndrome. Sus síntomas son bien conocidos: ansiedad, tristeza, rabia, falta de motivación y de energía en general. Tras la vuelta, los trabajadores muestran cierta resistencia a iniciar tareas habituales que forman parte de su día a día laboral.
Este hecho debería preocupar a la mayoría de los ejecutivos de las grandes empresas, ya que se ha demostrado científicamente que sus manifestaciones psicológicas afectan negativamente a la productividad laboral.
Entonces, ¿cómo se podría amortiguar esta dura vuelta a la rutina? Intentaremos dar respuesta a esta pregunta a partir de algunos datos conocidos sobre el funcionamiento cognitivo y comportamental.
Primer objetivo: reducir el estrés
Parece lógico que si conocemos los mecanismos por los cuales el cerebro desconecta tanto del trabajo que llega hasta olvidar una contraseña que usábamos cada día, podamos extraer de ahí alguna estrategia para mitigar la transición entre el descanso y el trabajo.
Una primera propuesta atañe a los niveles de cortisol, una hormona liberada durante la respuesta de estrés, incluido el que genera el ámbito laboral. De hecho, existen numerosas investigaciones sobre los niveles de este compuesto en personas con burnout o estrés crónico laboral.
En este punto, la incorporación al trabajo tras un periodo de descanso no debería elevar estos niveles de tensión sino reducirlos. Pero ¿cómo hacerlo? Pues sacando toda la artillería de “factores protectores del estrés”.
Una estrategia por parte del trabajador recién reincorporado podría ser la búsqueda de apoyo social entre sus compañeros y compañeras de trabajo. Numerosas investigaciones concluyen que rodearse de personas de confianza con las que tienes cierta complicidad reduce los niveles de cortisol.
En línea con esto, otro enfoque sería poner en marcha actividades agradables antes del trabajo, como la meditación, que reduce la activación del sistema nervioso, o el ejercicio físico. Tal y como señala una revisión de estudios, la práctica de actividades físicas optimiza los procesos fisiológicos y crea un estado interno más relajado, idóneo para enfrentar la jornada laboral.
Autoconcédase premios al trabajo bien hecho
Por otro lado, se ha demostrado la implicación de los circuitos corticoespinales en los pensamientos intrusivos que rechazan la vuelta a nuestras obligaciones. Estos son importantes en la planificacion, la recompensa y los procesos emocionales, entre otros. Por tanto, una buena forma de suavizar el regreso supone sustituir las satisfacciones que aportan las vacaciones (actividades divertidas y novedosas, por ejemplo) por otras vinculadas con la rutina.
En este caso, una táctica podría consistir en establecer un plan individual de recompensas relacionado con retos laborales a medio-corto plazo. Por ejemplo, me propongo cumplir dos objetivos desde el lunes 1 hasta el viernes 5, y si los cumplo, haré una actividad que me guste durante el fin de semana. De esta forma, el sistema de recompensa sigue activo a pesar de que no estemos ya de vacaciones.
Ponga una novedad en su vida
Finalmente, y como hemos anticipado, la “novedad” está muy presente durante las vacaciones. Incluso existen estudios que exploran cómo puede afectar este factor en la toma de decisiones durante los periodos de descanso. Aquí, la estrategia sería establecer un calendario concreto que incluya, además de las actividades habituales, algunas nuevas tras la reincorporación.
Por ejemplo, me planifico el mes de septiembre con mis retos laborales y además, me voy a apuntar a clases de guitarra, algo que siempre quise y nunca me atreví a hacer. Con esta iniciativa, aprovecharíamos la atracción del cerebro hacia la novedad y la sorpresa y escaparíamos de algún modo de la rutina, tal y como se ha demostrado recientemente.
En resumen, la vuelta a nuestros quehaceres habituales puede ser menos traumática, e incluso podemos evitar el síndrome posvacacional, si adoptamos alguna de las estrategias explicadas en este artículo. Sin duda, lo más importante es ser conscientes de nuestras necesidades físicas y psicológicas, escucharlas y actuar en consecuencia, intentando adoptar una actitud positiva hacia la vuelta al entorno laboral.
María J. García-Rubio, Codirectora de la Cátedra VIU-NED de Neurociencia global y cambio social – Miembro del Grupo de Investigación Psicología y Calidad de vida (PsiCal) – Profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia, Universidad Internacional de Valencia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.