El empresario malasio San Chin Choon, el hombre más buscado del ‘caso mascarillas’, da la cara para reiterar su voluntad de colaborar con la Justicia española acerca de la compraventa de material sanitario realizada junto a los españoles Alberto Luceño y Luis Medina en los albores de la pandemia. “Todavía hacemos negocios”, afirma.
San Chin Choon recibe a EFE en las oficinas de Leno, a las afueras de Kuala Lumpur, la empresa malasia que dirige y a través de la que Luceño y Medina proveyeron al Ayuntamiento madrileño de mascarillas, test y guantes en 2020 por 11,9 millones de dólares, embolsándose comisiones de 6,9 millones e investigados por ello por un posible delito de estafa, falsedad y blanqueo. “Todavía estoy en contacto con Luceño. Normalmente, hablamos por WhatsApp, pero tiene problemas, es un asunto delicado, cuando le llamo la gente se piensa que estamos conchabados. Por eso ahora hablamos menos, para que no piensen que hacemos pactos”, afirma el director ejecutivo de Leno, mezclando un inglés básico con malayo.
San Chin Choon, cuyas declaraciones van en línea con las de sus socios españoles, defiende haber colaborado con la Justicia española, y asegura, como dijo a EFE en una conversación telefónica anterior, haber respondido a las 19 preguntas enviadas a través de la Policía malasia, que en principio nunca llegaron a España. “He enviado también varios e-mails (a las autoridades españolas), pero dicen que no los han recibido. He enviado el archivo (de las respuestas al cuestionario español) ya tres veces”, asegura, mostrando en su ordenador un correo supuestamente enviado al juzgado madrileño desde su cuenta corporativa el pasado 28 de julio.
Unos correos escritos en inglés y español para los que asegura que utilizó el traductor de Google.
PREGUNTA. Si tiene esa voluntad de colaborar con la investigación, ¿por qué no va a España a declarar?
RESPUESTA. “Este es un asunto político, y yo de esto no entiendo, soy malasio. Yo puedo ir a la Embajada de aquí (afirma haberse ofrecido a ir a declarar a la legación española en Kuala Lumpur), no tengo problema. Este caso no tiene nada que ver conmigo, ¿por qué tengo que ir a España? Si voy, parece que he hecho algo malo”.
Lejos de no tener nada que ver con el escándalo, el malasio es una pieza clave del llamado ‘caso mascarillas’, en parte por la importancia de su testimonio en cuanto a si los españoles inflaron o no el precio que pagó el Ayuntamiento por el material que San Chin Choon dice haber importado entonces desde China.
P. ¿Quién fijó el precio del contrato?
R. “Yo fijé el precio. Soy el suministrador. Yo fijé también las comisiones. Te digo cómo funciona: en mi negocio, mi beneficio es x, yo entonces fijo y envío el presupuesto, y después de confirmarlo el suministrador me hizo una buena oferta, entonces dije, no hay problema, si mi beneficio es, digamos, del 30 por ciento, entonces el resto se lo doy al mediador”.
P. ¿Y no son esas comisiones inusualmente altas?
R. “No lo sé. Normalmente, en tiempos de pandemia, hay comisiones altas”.
El empresario, cuya existencia ha sido cuestionada, no aporta más detalles sobre cómo se pactaron esas comisiones ni si todas las partes tenían constancia de las mismas, pero insiste en defender la “legitimidad” de su negocio y su colaboración en las pesquisas.
“En Malasia, soy un hombre famoso”, afirma ufano. “Mi identidad es real. Soy un hombre de negocios. ¿Quieres ver mis documentos? No hay problema, te los enseño. Ya he explicado todo a la Policía”, reitera desde su despacho, mientras muestra su documento de identidad y el carné de conducir.
Situada en un apartamento de un antiguo edificio de dos plantas a las afueras de Kuala Lumpur, la sede de Leno es un espacio humilde en el que, en la mañana del martes, solo se encuentran el propio San Chin Choon, su esposa y otro empleado, si bien el malasio afirma tener diez trabajadores.
La oficina está salpicada de cajas y pósters corporativos, kits de guantes desechables y fotografías, entre ellas una en la que el sultán malasio le condecora como “Dato”, un título honorífico, por sus “labores empresariales y filantrópicas”, dice, y que suele ser señal de disponer de buenas conexiones en el país asiático.
Aunque ni su nombre ni el de su empresa parecen ser muy conocidos en Malasia, San Chin Choon, identidad que aparece en los papeles de Leno del registro mercantil malasio, a los que tuvo acceso EFE, se jacta de sus variopintos negocios, desde la distribución de material cosmético a domicilio en Malasia a la exportación de materiales.
“Mira, ayer mismo firmé un contrato multimillonario con unos americanos para la venta de guantes”, afirma.
P. ¿Entonces, le van bien los negocios?
R. “Bueno, la pandemia nos asestó un buen golpe, pero hemos remontado”.
Una remontada en la que, a tenor de los alegados porcentajes y comisiones ganados en la venta de material al consistorio madrileño, parece que fue clave la figura de Luceño, a quien dice que conoció en 2018 en China a través de un empresario singapurense.
P. ¿Volvería a hacer negocios con Luceño?”
R. “Ya lo hacemos. Estamos hablando sobre importar aceite de soja de Brasil a China, esta vez es él quien va a facilitar el producto”.