Los aforismos y su nueva vida en las redes

Manuel Angel Vázquez Medel, Universidad de Sevilla

“El milagro de la palabra consiste en ser capaces de seguir hablando con las mismas personas”. Este aforismo de Azahara Alonso se recoge en su libro Bajas presiones.

Para la escritora Alice Walker, los aforismos son “una pequeña joya intelectual que desafía nuestra mente y nos invita a reflexionar sobre la vida y la condición humana”. El filósofo Arthur Schopenhauer consideraba, por su parte, que un aforismo era “la esencia concentrada de una idea, un destello de genialidad que deja una huella duradera en nuestra mente”.

La Real Academia de la Lengua, de forma más aséptica, define el aforismo como una “máxima o sentencia que se propone como pauta en alguna ciencia o arte”. Si preguntamos a la Wikipedia, ésta lo considera “una sentencia que pretende expresar una idea de manera concisa, coherente y en apariencia definitiva”.

Y, aunque la propia palabra “aforismo” significa etimológicamente “definición”, según el escritor Umberto Eco “no hay nada menos definible que el aforismo”.

Lo que está claro es que entre sus características destaca la concisión, comparable a una pequeña joya, su carácter intelectual o de pensamiento, que revela con sabiduría dimensiones a veces ocultas, y también su carácter poético.

Y siempre, la coparticipación de los lectores en la creatividad aforística: el formato requiere que estos digieran de forma calmada su contenido, que suele dejar un impacto o huella en su mente. Un buen aforismo suele provocar resonancia en los receptores.

Las raíces de la escritura aforística

Las frases breves que encierran alguna forma de conocimiento o sabiduría son tan antiguas como la humanidad: refranes, sentencias, máximas, proverbios, fragmentos… y aforismos.

Se suele mencionar a Hipócrates, el padre de la medicina, como uno de los primeros aforistas. El más conocido sería “la vida es breve, el arte es largo, la oportunidad fugaz, la experiencia engañosa y el juicio difícil”.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que una buena parte de los escritos presocráticos nos han llegado fragmentariamente. Por ello adoptan en ocasiones la forma de expresiones aforísticas. Así sucede con Heráclito, que expresó con su pánta réi una de las principales constataciones avaladas por la ciencia: “Todo fluye, nada permanece”.

La obra de Cervantes, además de refranes y otras manifestaciones de la sabiduría popular, contiene expresiones que funcionan como auténticos aforismos. Por ejemplo, “el que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no debe quejarse si se pasa”. O “confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”.

Tal vez en español el más alto exponente de la escritura fragmentaria y aforística sea Baltasar Gracián, en su Oráculo manual y arte de prudencia.

Ya en el siglo XX, destacan Antonio Machado (“Todo necio confunde valor y precio”), Juan Ramón Jiménez (“Amor y poesía cada día”), José Ortega y Gasset (“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”), Ramón Gómez de la Serna con sus greguerías (“Si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte”) y José Bergamín (“Se pueden medir las palabras, pero no se pueden medir los pensamientos”).

Para leer a más aforistas españoles merece la pena bucear en la antología de Carmen Camacho Fuegos de palabras. El aforismo poético español de los siglos XX y XXI (1900-2014).

Nueva vida de los aforismos en Internet

Los aforismos han tenido una importante evolución hasta encontrar en este siglo XXI una nueva edad de oro, que también nos vuelve a reconectar con las expresiones aforísticas del pensamiento oriental. Dada su intensidad y su reducida extensión, han tenido un gran éxito en internet y en las redes sociales. Los aforismos no solo reflejan las artes, las letras y las humanidades, sino también las ciencias sociales y las ciencias biológicas y naturales.

En 2013 se publicó la antología de José Ramón González Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos (1980-2012), se convocó el primer Premio Internacional “José Bergamín” de Aforismos y se publicó el número monográfico de Ínsula “El aforismo español del siglo XX”, coordinado por Erika Martínez. Desde entonces, el aforismo en español ha experimentado un auge inusitado en la historia de la literatura de nuestro idioma. En noviembre de 2023 la Universidad de Sevilla acogió unas importantes jornadas sobre “La década prodigiosa del aforismo español” (2013-2023). En medio de esta década, en 2018, fallece un destacado aforista en español: Jorge Wagensberg.

Los aforismos están en el lugar de encuentro de varias encrucijadas: filosofía y poesía, sabiduría popular y conocimiento culto; lo asertivo, la paradoja y la duda… Internet y las redes sociales han permitido impulsar este formato. También ha habido hueco para nuevas prácticas, como la implicación de la inteligencia artificial generativa (IAG) en la escritura aforística. Así lo muestran los siguientes intentos generados por Chat GPT:

“Aquel que busca la verdad debe estar dispuesto a enfrentarse a la incomodidad de la incertidumbre”.

“El amor es el único puente que conecta el caos del mundo con la belleza de la existencia”.

“El individuo auténtico no teme enfrentarse a su propia oscuridad, pues sabe que solo allí encontrará la luz”.

También pueden consultarse numerosas páginas de internet, comenzando por el portal Aforística Española Actual, sabiamente dirigido por Demetrio Fernández Muñoz, con muy importantes enlaces.

Por otro lado, la revista Aforistas, impulsada por José Luis Trullo, y la excelente página web Apeadero de aforistas contienen en su primer número diez páginas dedicadas a lo que “Un aforismo no es”.

En esta caracterización negativa encontramos definiciones tan interesantes como “un aforismo no es una ventana cerrada sino una ventana abierta de par en par” (Carmen Canet) o “un aforismo no es un pájaro, aunque nos ponga alas” (Florencio Luque). También se encuentra el ingenioso “un aforismo no es un aforismo”, de Antonio Rivero Taravillo, muestra de la importancia de la contradicción, la antítesis o la paradoja en la escritura aforística.

En definitiva, lo que está claro es que, como afirmaba el escritor José Bergamín, “el aforismo no es breve: es inconmensurable”.

Manuel Angel Vázquez Medel, Catedrático de Literatura Española (Literatura y Comunicación), Universidad de Sevilla

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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