Bienvenidos a Rincones ocultos, un podcast de Diario de España.
Para nuestro lanzamiento, viajaremos a una joya desconocida por muchos y conocida por unos pocos, las sorprendentes ciudades subterránea en el corazón de Cappadocia, Turquía.
Estas ciudades subterráneas, que son una red de túneles y cámaras cavadas en la suave roca volcánica, datan de la era bizantina, pero sus raíces se rastrean hasta el periodo hitita, alrededor del 1600-1200 a.C. Las ciudades subterráneas de Cappadocia, como Derinkuyu y Kaymakli, son testimonio de la durabilidad humana, el ingenio y la fe en las épocas más oscuras.
La ciudad de Derinkuyu, posiblemente la más famosa de todas, es la más profunda con 11 niveles descendiendo hasta 85 metros bajo tierra, y presumiblemente tenía alojamiento para más de 20,000 personas. Una ciudad completa bajo nuestros pies, con todas las facilidades esenciales, desde bodegas, establos para ganado y viviendas hasta iglesias y escuelas.
El diseño intrincado de estas ciudades está marcado por la impresionante eficiencia de su planificación urbana. La economía de espacio dentro de estos recintos subterráneos es asombrosa, con cada rincón meticulosamente construido para una funcionalidad específica. Los pasajes estrechos y las escaleras talladas en la roca conectan diferentes niveles de la ciudad, pudiendo cerrar individualmente, indicando un tráfico claramente bidireccional en tiempos de crisis.
Cada nivel estaba interconectado, pero a su vez, se podía aislar, lo que construyó una red de trincheras subterráneas a prueba de invasores. Aquí es donde vemos las evidencias más claras de su antiguo propósito defensivo. Las ciudades estaban equipadas con enormes puertas rodantes de piedra en varias ubicaciones que podían ser cerradas desde el interior, formando una barrera impenetrable.
La gran pregunta que se plantea al observar esta magnífica obra de arte subterránea es: ¿Por qué la gente decidió vivir bajo tierra en primer lugar? La respuesta yace en la turbulencia de los tiempos que vivieron. Frente a la amenaza de invasión por los persas, árabes, dorios, seléucidas y eventualmente los mongólicos, los habitantes de Cappadocia se vieron obligados a refugiarse en la tierra para protegerse.
El legado de la fé cristiana primitiva también es evidente en Cappadocia. Durante tiempos de persecución, los cristianos llegaron aquí en el siglo III d.C., y florecieron, tallando en las rocas iglesias y monasterios con bellísimas decoraciones y frescos.
Los capiteles y los frisos que adornan las maltratadas bóvedas de estas iglesias contienen una magia y un misterio que se acentúan en la suave y casi mística iluminación que proviene de los agujeros de la pared. En estas iglesias subterráneas, uno puede percibir la serena corriente de la devoción que una vez prevaleció. Y es tal vez en esta devoción donde tenemos una verdad indicativa: que la necesidad de fe puede hacer que los seres humanos busquen consuelo incluso en los lugares más inhóspitos y peligrosos, incluso si eso significa vivir literalmente bajo tierra.
Una parte especial del lugar son los pasadizos ocultos del sitio antiquísimo de la ciudad subterránea de Derinkuyu. Su nombre, literalmente traducido como “pozo profundo”, es más que adecuado para una entidad que se extiende 85 metros hacia las entrañas de la tierra.
Derinkuyu, con sus 11 pisos abiertos al público, se expande por una vasta área y es la más profunda de todas las ciudades subterráneas de Cappadocia. Hubo muchas teorías acerca de la finalidad de este intrincado sistema: algunos creen que la extensa red no era tanto para un uso habitual, sino un refugio a gran escala en tiempos de guerra o persecución.