Mujer joven con la cabeza descubierta observa altercado callejero en Irán
Una joven iraní con la cabeza descubierta observa los altercados callejeros. Fuente: Twitter

Mujeres contra clérigos asesinos

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Estamos viendo a diario imágenes impactantes de mujeres enfrentadas en Irán contra el régimen teocrático de los mulás. En las últimas horas cientos de miles de mujeres se están sublevando en todo el país, no solo en Teherán, su capital. Los focos revolucionarios han surgido ya en cerca de 150 ciudades de la república islámica que hasta 1935 se llamó Persia.

La Revolución del Pelo

En lo que se ha dado en llamar la “Revolución del Pelo”, decenas de mujeres se cortan la melena a tijeretazos en su casa, grabándolo para mostrar las imágenes en las redes sociales. Desde Occidente quizá cueste apreciar la valentía necesaria para exhibir públicamente esta insubordinación contra el patriarcado de los ayatolás, defendido con una sanguinaria ‘policía de la moral’. A menudo un hecho pequeño, aislado, prende la mecha del levantamiento de una población oprimida. En este caso fue el asesinato, el martes 13 de septiembre, de una joven de 22 años por no llevar “adecuadamente” cubierto el pelo con el hiyab islámico, obligatorio para las mujeres iraníes. La policía asegura que Mahsa Amini murió de un infarto, cosa que pretenden justificar con un video mostrando el momento en que la detenida se desplomó. Su familia lo niega, replicando que Mahsa nunca había tenido problemas de corazón. La joven, de raza kurda, fue enterrada en su localidad natal de Saqqez, en la provincia del Kurdistán, a 600 kilómetros de Teherán. Fue allí donde se inició el sábado 17 esta rebelión de las mujeres iraníes ―es decir, la mitad de la población― contra la tiranía teocrática que dura ya más de cuatro décadas. La activista Masih Alinejad habla en las redes de la ‘Revolución del Pelo’, porque a Amini mostrar unos mechones de su cabellera le ha costado la vida.

La doble moral occidental

El lunes 12 el presidente iraní Ebrahim Raisi había viajado a Nueva York a dar un discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas. No en vano la ONU ha elegido hace menos de dos semanas a Irán para presidir nada menos que la Comisión de Derechos de la Mujer, el organismo global encargado de velar por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Circula estos días en las redes sociales una viñeta francesa de Antoine Chereau, en la que un mulá barbudo sonríe bajo su turbante mientras dice a una mujer enfundada en un chador negro: “No sé qué pensarás tú, pero a mí me parece que la ONU tiene mucho sentido del humor”. El hiyab es forzoso por ley para todas las mujeres iraníes desde la Revolución Islámica de 1979, que depuso al sah Mohamed Reza Pahlevi.

La revolución de las mujeres es una contrarrevolución

Los españoles tendemos a pensar que en la década de 1970 no sucedió en el mundo nada más relevante que la muerte de Franco. Pero en 1979 otro país, a seis mil kilómetros de distancia, también se libraba de un autócrata tras casi cuarenta años de tolerarle. En febrero de aquel año el sah Reza Pahlevi huyó a París, tras haber intentado ‘occidentalizar’ Irán desde 1941, cuando heredó la corona imperial de su padre. Su proyecto de reformas políticas, económicas y socioculturales había permitido un aperturismo en cuanto a libertad de prensa y modernización de la educación, todo ello apoyado desde Estados Unidos. El mayor de los enemigos silenciosos del sah era el estamento religioso musulmán tradicional. La ‘desamortización’ de propiedades del clero para reasignarlas en principio al campesinado ―pero finalmente a altos cargos del ejército― causó un profundo malestar entre los gerifaltes religiosos. Por si esto fuera poco, Pahlevi concedió el voto a las mujeres. Esta modernización desesperaba a los mulás, considerados los intérpretes oficiales de la religión y de la ley islámica. El derrocamiento del sah Reza Pahlevi lo lideró el ayatola Jomeini, impulsor de la Revolución Islámica contra la que ahora se rebelan las mujeres iraníes, tras soportar 43 años de patriarcado teocrático.

La fatwa contra Salman Rushdie

Los ayatolás iraníes son los que en 1989 emitieron una fatwa exigiendo la muerte del autor angloindio Salman Rushdie, cuyo libro Los versos satánicos les enfureció. Tras pasar tres décadas viviendo en reclusión, Rushdie había empezado a acudir a actos públicos. El 12 de agosto de este año un fanático islamista de 24 años le asestó una decena de puñaladas, cuando iba a dar una conferencia en Nueva York. Rushdie estuvo a punto de perder la vida.

La trampa del velo islámico

En el catálogo de marrullerías del fundamentalismo islámico despunta lo que podríamos llamar el ‘marketing del velo’, en todas sus versiones, desde el hiyab y el chador hasta el nicab y el burka. En amplios sectores de Occidente se defiende como una inocua y decorosa prenda femenina, cuando de hecho es el gran instrumento de control y represión de la mujer en los países musulmanes. Y mientras la población femenina musulmana se mantenga invisibilizada en un limbo existencial, sin incorporarse a la sociedad, el Islam seguirá padeciendo un retraso que lo sitúa en la Edad Media de la línea temporal de la humanidad.

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