Conforme pasan los años, más va pareciendo que George Orwell no criticaba al comunismo estalinista cuando escribió sus distopías anti-totalitarias, sino que criticaba a la izquierda socialista-comunista española.
La Lista Oficial de Defensores de la Corrupción
¿Y por qué saco esto a colación ahora? Pues muy sencillo. Porque el PSOE nos reta ahora con una lista de firmantes a favor de indultar al socialista José Antonio Griñán, condenado en firme por prevaricación y malversación en relación con el Caso ERE, el mayor delito de corrupción de la democracia española. Esta Lista Oficial de Defensores de la Corrupción la firman cuatro mil personas encabezadas por un sector relevante de la élite política financiera e intelectual de este país. Asoman ya la patita en este pelotón pro-corrupción una serie de próceres culturales muy admirados en España, desde José Luis Garci hasta Manuel Gutiérrez Aragón, pasando por Javier Cercas y Fernando Savater. Los ciudadanos más ingenuos se están cayendo del guindo ahora, en 2022, y andan llorosos en las redes sociales, donde se leen frases como esta: “Lo de Savater me ha producido auténtica desolación. Al final resulta que solo era un sinvergüenza más”.
La Lista Oficial de Defensores de la Corrupción nos da la razón a quienes llevamos décadas diciendo que España es un simulacro democrático muy eficaz. Entre los firmantes aparecen algunos ‘versos sueltos’ socialistas como Pedro Bofill, a quien escuché decir el 8 de julio —en la Sala Cánovas del Congreso de los Diputados, en un acto de Defensa de la Transición— que las personas no conformes con la deriva del PSOE deberían denunciarlo abiertamente, para “salvar a España” y para “Impedir la degradación de un partido que tanto ha hecho por la libertad y la concordia en este país”. ¿Seguro, Bofill, que el PSOE ha hecho tanto por la libertad y la concordia? ¿O es al revés, y son la libertad y la concordia las que tanto han hecho por el PSOE?
Orwell antes y después de España
Pero regresemos a Orwell y sus distopías políticas, que cada vez parecen más basadas en el totalitarismo de la izquierda española. Como es sabido, Orwell vino a España recién iniciada la guerra civil, como hicieron también Malraux, Hemingway, Dos Passos, Tzara y Neruda. Sin embargo, el Orwell que vino a España a luchar en el bando republicano a finales de 1936 y el Orwell que huyó vía Francia en mayo de 1937, no eran ya la misma persona. Como escribió Granville Hicks en The New York Times en 1952: “Orwell no fue el único que salió de España decepcionado con el comunismo. Lo mismo le sucedió a Koestler, que lo expresó en su primera novela”. Reflexionando sobre las vivencias que inspiraron a Orwell para escribir su Homenaje a Cataluña (publicado en 1938), Hicks señalaba a España como el país donde el autor británico descubrió el efecto devastador de la doctrina comunista sobre la mente humana, tan grave que casi lo consideraba más peligroso que la propia carnicería de los cuerpos. El ensayo sobre España apenas se vendió, pero en 1945 publicaba Orwell su primer éxito, un librito de ciento y pico páginas titulado en inglés Animal Farm (es decir “la granja de los animales”), que en España se tradujo por Rebelión en la granja.
Todos somos iguales, pero unos más que otros
De Rebelión en la granja tomo prestada la frase orwelliana que da título a esta tribuna: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”. La distopía alegórica narra la sublevación de un grupo de animales contra el dueño de la granja donde viven todos, con la ilusión de establecer una nueva sociedad libre, igualitaria y feliz. Estas criaturas rebeldes se guían por una serie de preceptos ‘nuevos’, para evitar caer en la conducta represiva de los seres humanos. Al final, el jefe de los rebeldes, el cerdo Napoleón, debe adaptar las normas y acaba proclamando la célebre frase que hoy se resume en los entornos políticos como “Todos somos iguales, pero unos más que otros”. ¿Podría ser el lema de los cuatro mil firmantes de la lista favorable a indultar a un político corrupto? Sí. Evidentemente. Porque la irónica frase de Orwell retrata la hipocresía de los gobiernos que proclaman la igualdad plena de sus ciudadanos, pero autoconceden todo el poder y todos los privilegios a la pequeña élite de la que forman parte.