Ciudadanos: ¿personas o ideas?

No han pasado ni cinco años desde que Albert Rivera acaparase titulares internacionales de cabeceras tan prestigiosas como The Economist, que a principios de 2018 publicaba una resuelta alabanza del entonces dirigente del liberalismo español. Con un fervor poco habitual, el semanario económico británico describía a Rivera como el político de moda en España, apostillando que era la opción electoral más sensata. Tres meses antes Julien Toyer y Angus Berwick firmaban en Reuters una pieza ensalzando a Inés Arrimadas como una líder menor de 40 años, cuyo vertiginoso ascenso era comparable al de Emmanuel Macron. Apenas un lustro después, Rivera está retirado de la política y dirige una ‘escuela de liderazgo’, Arrimadas encabeza un renqueante partido liberal de diez escaños al borde de la desaparición y Macron es presidente de Francia. ¿Qué ha podido pasar para que el liberalismo haya seguido sendas tan dramáticamente diferentes en Francia y en España?

El pospartidismo al que España llega tarde

Macron fundó su partido liberal centrista En Marche en 2016, una década después de que naciera en España el partido liberal centrista Ciudadanos. Para justificar —cartesianamente, como suelen los galos— la necesidad de un nuevo partido político, el hoy presidente francés proclamó que iba a desbloquear Francia, literalmente. Su objetivo era, según dijo, terminar con la discordia nacional que venía enfrentando a los dos bloques de la política tradicional: la izquierda y la derecha. Cumpliendo su palabra de practicar una política transversal que se quedara pragmáticamente con las políticas más válidas de la izquierda y de la derecha, Macron ha situado a Francia en la vanguardia del centrismo pospartidista liberal de Occidente.

La vanguardia política global es el centrismo liberal

Recordemos que al otro lado del Atlántico, el centrista Joe Biden hace un papel similar al de Macron, en un Estados Unidos polarizado como nunca tras la crisis financiera de 2008. Como le suele pasar a todo liberal, a Biden los izquierdistas del Partido Demócrata le consideran excesivamente conservador, mientras los derechistas del Partido Republicano le consideran escorado hacia la progresía. Pero Macron no se ha presentado, como Biden, por un partido turnista vetusto fundado hace casi dos siglos. El presidente galo se rodea de un gabinete ministerial por el que han pasado tecnócratas izquierdistas, centroderechistas y liberales. Sin haber renunciado a esa estatalización que caracteriza a la república francesa —pese a que le correspondería un liberalismo más próximo a la economía estadounidense—, Francia ha logrado tener hoy la tasa de desempleo más baja de los últimos quince años. Es cierto que el país galo ha batido su propio récord de deuda pública, que ronda el 115% del PIB este año, pero juegan a su favor el Brexit y la debilidad política de Alemania tras la salida de Merkel. ¿Enfoca en estos términos socioeconómicos transversales su política socioeconómica el partido Ciudadanos? No parece. O al menos, el gran público no lo percibe, porque nadie se lo explica.

Firmeza patriótica de defensa del idioma nacional

Con una mentalidad pragmática, decididamente europeísta, Macron mantiene el estado del bienestar que caracteriza a las superpotencias europeas. Pero ha adoptado una política lingüística de defensa firme del francés frente a los idiomas que habla la población francesa de origen extranjero, encabezada por más de seis millones procedentes de países musulmanes, que son casi el 10% de la población total del país. De modo parecido a Italia y Alemania, Francia no ha optado por perseguir políticamente a su idioma nacional. Es decir, Francia nunca ha subvencionado sus idiomas regionales (bretón, corso, provenzal, occitano), ni los ha puesto a competir artificialmente con el idioma nacional (francés) para mantener un sistema político turnista corrupto, con sus cadenas de favores correspondientes. En la Francia macronista, el Tribunal Constitucional ha vetado toda posibilidad de inmersión lingüística en los colegios públicos. El órgano supremo ha decretado que la lengua de la República es el francés. ¿Esto se corresponde con la política blandiblub de Ciudadanos en este terreno? Huelga decir que no.

La refundación de Ciudadanos

A principios de julio de este año, tras perder el último de los cinco gobiernos autonómicos de los que ha formado parte, Inés Arrimadas anunciaba que el partido centrista liberal Ciudadanos iba a emprender un proceso de reciclaje basado en la participación de las bases. Tres meses después, la palabra refundación se repite incansablemente en las redes y entornos digitales del partido. La duda es si al final la “Refundación” se abrirá como una tarta gigante de la que saldrán los mismos de siempre diciendo lo mismo de siempre, convencidos de que mágicamente el electorado les va a votar esta vez. La travesía de Occidente hacia el centro político es, con permiso de Eugene O’Neill, como el largo viaje del noche al día. La antorcha revolucionaria la lleva Francia. España iba por delante y hace apenas un lustro tenía líderes que competían en la misma cancha que quienes encabezan hoy la vanguardia política occidental. ¿Qué ha podido pasar?

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