Los ‘patas negras’

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En política, el concepto de “los patas negras” hace referencia a los afiliados que llevan mucho tiempo en un determinado partido y que tienen una red de contactos inmensa. Muchos de estos afiliados pertenecen a los clanes políticos. Como señala Friedrich Hayek, “las organizaciones políticas tienden a desarrollar una jerarquía de poder donde los líderes tienden a ser elegidos por las elites internas, en lugar de por las bases”. Este fenómeno se ve muy acuciante en partidos como el PP y el PSOE, donde los patas negras hacen y deshacen listas y donde los líderes confían en ellos para los relevos generacionales o para formar parte de los puestos de salida.

Es por eso que es tan difícil que los miembros de un partido x que se vayan al partido z acaben teniendo espacio político en estos partidos, porque el objetivo de los patas negras es el control hegemónico y oligárquico del poder. Como afirma Adam Smith, “el monopolio es siempre un mal negocio, aunque a menudo es el negocio más lucrativo”. Lógicamente, los patas negras, para dar la imagen de sumar a la sociedad, incluyen a gente recién llegada desde la calle o desde otros partidos cada cierto tiempo, pero siempre y cuando sean útiles para sus propósitos o los puedan usar como peones para sus juegos de tronos.

Por eso siempre diré que la manera de cambiar España no es formando partidos de las viejas oligarquías que han gobernado España, sino liderando una revuelta cívica y política contra el viejo bipartidismo. Los intentos de reconvertir el viejo partido conservador o el viejo partido socialdemócrata en opciones liberales o social-liberales están condenados al fracaso a nivel nacional. Lógicamente, en determinadas comunidades pueden triunfar, pero las dinámicas internas de equilibrios de poderes a nivel nacional y la instalación de las viejas oligarquías en puestos de decisión con el objetivo de ceder el testigo de la renovación generacional a sus propios hijos políticos, en muchos casos apadrinados por el padre de familia política en estas formaciones, hacen imposible que los planes de renovación ideológica de los viejos partidos tengan éxito.

El liberalismo, como defiende Friedrich Hayek, “no es una creencia en la superioridad de ciertos individuos o grupos, sino simplemente una actitud que se opone a todas las formas de censura y coerción”. Se tiene que abrir paso por sí mismo y no siendo parte de los viejos partidos conservadores o liberales. Como afirmaba Isaiah Berlin, “la libertad de los individuos debe ser el principio rector de todas las instituciones sociales y económicas”.

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Historiador y geógrafo con una amplia experiencia en el análisis de temas de actualidad internacional y nacional. Ha participado en varias tertulias online, como 'Estado de Alarma' y 'F98', en las que ha aportado su visión crítica y objetiva sobre los temas más relevantes de la actualidad.

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