La gran abstención que hay en las elecciones en España es un fenómeno preocupante que refleja el desencanto y la desconfianza de una parte importante de la ciudadanía hacia el sistema político. Según los datos oficiales, en las últimas elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo de 2023, la abstención alcanzó el 35,6% del censo electoral, lo que supone un aumento de casi cuatro puntos respecto a los comicios de 2019. Esto significa que más de 13 millones de personas no ejercieron su derecho al voto, dejando en manos de una minoría la decisión sobre el futuro de sus municipios y comunidades.
En primer lugar, hay que señalar que la abstención no es un fenómeno homogéneo ni uniforme, sino que varía según el tipo de elección, el territorio, el perfil sociodemográfico y la ideología de los electores. Así, por ejemplo, se suele registrar una mayor participación en las elecciones generales que en las locales o autonómicas, debido al mayor interés y la mayor repercusión mediática que tienen las primeras. También hay diferencias territoriales significativas, siendo las comunidades con mayor identidad propia y mayor nivel de competencias las que suelen tener una mayor participación, como es el caso de Cataluña o el País Vasco. Por otro lado, el nivel de estudios, la edad, el género y la renta son factores que influyen en la propensión a votar o a abstenerse, siendo los jóvenes, las mujeres, los menos formados y los más pobres los que más se abstienen. Finalmente, la ideología también juega un papel relevante, ya que los votantes de izquierdas o progresistas son los que más se abstienen de ir a votar, mientras que los votantes de derechas y los más conservadores son más fieles a las urnas.
Estas diferencias muestran que la abstención no es una opción política neutra ni indiferente, sino que tiene un impacto directo en los resultados electorales y en la representatividad de las instituciones. Al abstenerse, los ciudadanos no solo renuncian a su derecho a elegir a sus representantes, sino que también favorecen a las opciones políticas más afines a los sectores más movilizados y más fieles al voto. Esto puede generar un desequilibrio entre la voluntad popular y la composición de los gobiernos locales y autonómicos, así como una falta de legitimidad y de responsabilidad de los gobernantes ante una parte importante de la ciudadanía.
¿Por qué se produce esta abstención? ¿Qué motivos llevan a tantas personas a no acudir a votar? Según algunos estudios sociológicos , existen diversas razones que explican este comportamiento electoral, que se pueden agrupar en tres categorías: razones estructurales, razones coyunturales y razones actitudinales.
Las razones estructurales son aquellas que tienen que ver con el contexto social y económico en el que viven los ciudadanos. Así, por ejemplo, la crisis económica y social provocada por la pandemia del coronavirus ha generado una situación de precariedad, desempleo e incertidumbre para muchos ciudadanos, lo que ha afectado negativamente a su interés por la política y a su confianza en las instituciones. También influye el grado de desarrollo democrático y el nivel educativo y cultural de la sociedad, ya que cuanto mayor es el nivel de bienestar social y el acceso a la información y al conocimiento, mayor es la participación política.
Las razones coyunturales son aquellas que tienen que ver con el momento político y electoral en el que se celebran las elecciones. Así, por ejemplo, la repetición de procesos electorales en un corto periodo de tiempo puede generar un efecto de cansancio y desgaste en los electores, que ven cómo sus votos no sirven para formar gobiernos estables ni para resolver los problemas del país. También influye el grado de polarización y de confrontación entre las distintas opciones políticas, que puede generar un efecto de desafección y de desilusión en los electores, que perciben que no hay diálogo ni consenso entre los partidos. Finalmente, también influye el grado de movilización y de campaña electoral de los partidos, que pueden estimular o desincentivar el voto de sus potenciales electores.
Las razones actitudinales son aquellas que tienen que ver con las opiniones, las actitudes y los valores de los ciudadanos respecto a la política y a las elecciones. Así, por ejemplo, la falta de identificación o de satisfacción con las opciones políticas disponibles puede llevar a muchos ciudadanos a no votar por ninguna de ellas, ya sea por indiferencia, por protesta o por decepción. También influye el grado de información y de conocimiento sobre las propuestas y los programas electorales de los partidos, que pueden generar un efecto de interés o de desinterés en los electores. Finalmente, también influye el grado de compromiso y de responsabilidad cívica de los ciudadanos, que pueden considerar el voto como un derecho, como un deber o como una opción.
Como se puede observar, la abstención es un fenómeno complejo y multidimensional, que tiene múltiples causas y múltiples consecuencias. Sin embargo, lo que está claro es que la abstención es un problema para la democracia, ya que supone una pérdida de representatividad, de legitimidad y de calidad del sistema político. Por eso, es necesario buscar soluciones para revertir esta tendencia y fomentar la participación ciudadana en las elecciones.
¿Qué se puede hacer para reducir la abstención? ¿Qué medidas se pueden adoptar para incentivar el voto? Existen diversas propuestas que se han planteado desde diferentes ámbitos para mejorar la participación electoral en España. Algunas de ellas son las siguientes:
- Reformar la ley electoral para hacerla más proporcional y más representativa, eliminando o reduciendo las barreras del 3% o del 5% para acceder al reparto de escaños, ampliando el número de diputados o introduciendo mecanismos como el voto preferencial o el voto transferible.
- Facilitar el voto por correo o el voto electrónico para los ciudadanos que no puedan acudir a las urnas por motivos personales, laborales o sanitarios, garantizando la seguridad y la transparencia del proceso.
- Ampliar el derecho al voto a los ciudadanos extranjeros residentes en España o a los jóvenes mayores de 16 años, reconociendo su condición de ciudadanos y fomentando su integración social y política.
- Educar a los ciudadanos en valores democráticos y cívicos desde la escuela, fomentando el pensamiento crítico, el debate plural y el respeto a la diversidad.
- Informar a los ciudadanos sobre las propuestas y los programas electorales de los partidos, facilitando el acceso a fuentes fiables y contrastadas.
- Sancionar a los partidos que incumplan sus promesas electorales o que generen falsas expectativas, exigiendo su rendición de cuentas y su responsabilidad política.
- Estimular a los ciudadanos a votar mediante incentivos positivos o negativos, como premios, sorteos, descuentos o multas.
Estas son algunas de las posibles medidas que se podrían implementar para mejorar la participación electoral en España. Sin embargo, ninguna de ellas será eficaz si no hay una voluntad política y social de hacerlo. Como dijo el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau: “El pueblo inglés piensa ser libre; se engaña gravemente: sólo lo es durante la elección de los miembros del Parlamento; tan pronto como éstos son elegidos, vuelve a ser esclavo”. La democracia no se reduce a votar cada cuatro años; la democracia implica una participación activa, constante y consciente de los ciudadanos en la política.
Existen diferentes tipos de abstencionistas, según sus motivos y actitudes. Algunos no votan por indiferencia, porque no les interesa la política o porque creen que su voto no tiene influencia. Otros no votan por protesta, porque no se sienten representados por ninguna opción política o porque quieren expresar su rechazo al sistema. También hay quienes no votan por incapacidad, porque tienen dificultades para acceder al colegio electoral o porque desconocen el funcionamiento del proceso electoral. Estos tipos de abstención pueden variar según el contexto político y social, así como según el nivel de educación, edad, género o clase social de los electores.