Estas últimas 48 horas en el Congreso de los Diputados hemos visto el mayor reflejo de lo que nos viene en esta legislatura, en la que el Partido Socialista, que ya no es ni obrero ni español, más bien sanchista, fulminará el Estado democrático, social y de derecho, es decir la Constitución y el espíritu del 78, tal y como lo conocemos.
Tras la llegada a la presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez no hemos visto más que desprecios a España, con una oposición que no parecía ser muy sólida, y con unos socios de gobierno que asustan en el resto de países de la Unión Europea. Comunistas, amigos de terroristas, terroristas, y golpistas que se aliaban con un PSOE que se asemejaba más al de Largo Caballero que al de Felipe González y Alfonso Guerra.
Ayer, la cara del PSOE en el debate de investidura la puso Óscar Puente, quién recreó uno de los momentos más incómodos de la democracia española. Pataleó, insultó y personificó, creo, que lo podría ser también Pedro Sánchez si fuera un diputado de base, sin reconocimiento alguno. Es decir, Pedro Sánchez ayer no dió la cara, pero si la dió por él el que podría ser perfectamente su sucesor en un PSOE sin rumbo.
No hablamos ya del show del grupo de Sumar, que sacó a Lois para recriminar a Feijóo la utilización de una simple fotografía, a Aina Vidal para hacer un primer intento de justificar la amnistía a los golpistas catalanes, y a Enrique Santiago, del PCE para dar supuestas lecciones de democracia y libertad. Sí, el mismo que milita en el partido de las checas de Castellón y la matanza de Paracuellos entre una larga lista de torturas y asesinatos. De esto último también entienden los de EH Bildu, que por si no fuera poco, hablan de defender los derechos humanos y un País Vasco antifascista.
Tras la llegada a la presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez no hemos visto más que desprecios a España
Rufián y Nogueras siguieron con sus rollos de amnistía y autodeterminación, calificando a España de un Estado fascista mientras ahí seguían. Cobrando del supuesto fascismo, y recortando derechos y libertades a los constitucionalistas en Cataluña.
En fin, el panorama en el Congreso ha sido cuanto menos desolador. Por suerte, el candidato a la investidura era Feijóo. Quién no cedió ni un milímetro hacia los nacionalistas, puso en su sitio a la dupla gallega de Sumar, y retractó una y otra vez al peor PSOE de la historia de España. Su discurso de investidura fue brillante, y necesario. Fue un Feijóo distinto al de la campaña electoral. Sabía de la importancia que cobraba su sesión de investidura, y su grandeza fue mayor desde su intervención inicial hasta la última de hoy al mediodía.
Por lo que, con este Feijóo, votar afirmativo a su investidura era votar “Sí” a España. A un proyecto constitucional, de emergencia nacional, y de reestructuración para salir de una crisis social, económica e institucional. Vox, Coalición Canaria, y UPN entendieron el mensaje. Herminio, también parecía lo que había entendido votando que sí, pero su sanchismo interior le hizo rectificar.
172 votos a favor no han bastado para hacer presidente a un político de fiar, con cuatro mayorías absolutas en Galicia y 137 escaños en sus primeras elecciones generales, y con sentido de Estado. Tres elementos, que del actual son difícil de encontrar. Hace todo lo contrario a lo que dice en campaña, su máximo de escaños en unas elecciones son 123 en una legislatura fallida, y su sentido de Estado se basa en pactar con aquellos que lo quieren destruir. Es decir, nulo.
No obstante, como dice el refrán, mejor solos que mal acompañados. Hay gente aún que prefiere ser leal a sus principios, defender la libertad y la democracia, antes de venderse a un bloque compuesto por comunistas convecinos y disfrazados, terroristas y golpistas.