El socialismo, desde su origen, fue impulsado por sentimientos de envidia, resentimiento y mal. Así lo concebía su fundador, Karl Marx. Estos sentimientos no eran más que la expresión de una hostilidad hacia aquellos que, mediante esfuerzo y perseverancia, lograban más. El socialismo se pregunta: “¿Cómo puedo arrebatarle a otro lo que yo deseo?”. En lugar de promover la creación de riqueza, busca socavar a quienes la han alcanzado.
¿Y qué hacen los socialistas en estos casos? Operan desde el resentimiento y la envidia, quitando a aquellos que han creado fortuna lo que legítimamente han ganado. ¿Qué sucede después? Ese botín, lejos de beneficiar al colectivo, se lo atribuyen a sí mismos, calmando, aunque temporalmente, el resentimiento que llevan dentro. Para ejecutar este proceso, se valen de los más vulnerables, aquellos que no tienen nada que perder: las personas de clase media y trabajadora, quienes son engañadas con falsas promesas de prosperidad. Así, logran justificar el robo, la expropiación y la intervención en la riqueza ajena.
Por otro lado, está el capitalismo, que surge desde un sentimiento opuesto: el amor por la creación humana. Es un sistema que se nutre de la acción, del esfuerzo individual y de la aspiración de libertad. El capitalismo nace del deseo de prosperar, crecer y, en muchos casos, enriquecerse a través del trabajo duro. ¿Cómo opera? A través del esfuerzo individual, cada persona busca crear algo propio, un legado. Este trabajo genera riqueza y con ella surge una nueva pregunta: “¿Cómo puedo multiplicar esta riqueza y ofrecer productos y servicios a los demás?”. Y aquí reside la verdadera esencia del capitalismo: opera a través del amor. Al crear, al ofrecer y al producir, el capitalismo busca enriquecer a otros, generar oportunidades y empoderar a la sociedad.
Mientras que el socialismo se alimenta del resentimiento y la envidia, el capitalismo promueve la autorrealización, el reconocimiento y el progreso personal. El socialismo, en su fondo, empobrece tanto al creador como al que recibe, mientras que el capitalismo enriquece a ambos.
Detrás de cada gran logro hay personas que, con acciones gigantescas, han alcanzado el éxito. Detrás de cada sistema que promueve el resentimiento y la envidia, el socialismo, hay personas que, alguna vez buenas, se convirtieron en oscuras. El socialismo es el reflejo de esa oscuridad, mientras que el capitalismo representa la luz del esfuerzo y la creación.