No permitan que a Ayuso la conviertan en Rivera

“Un presidente que mostró al fin su verdadera cara. La del cínico narcisista al que poco o nada le importa más que su propia imagen y semejanza”.

Sánchez lo volvió a hacer. Como el Ave Fénix, volvió a resurgir y tras rendir a las instituciones españolas al fascismo reaccionario catalán, salió investido de nuevo presidente del Gobierno. Será el primer presidente que suscriba sobre la Moncloa una hipoteca a 4 años. Hipoteca de interés variable, aunque eso sí, sin índice referenciado.

Un presidente que mostró al fin su verdadera cara. La del cínico narcisista al que poco o nada le importa más que su propia imagen y semejanza. Para sorpresa de nadie, Sánchez ha traspasado todas y cada una de las líneas rojas que el propio PSOE marcaba, como límites de la dignidad y pulcritud moral y política para mantener el poder a toda costa.

Sánchez, el que no podía dormir con Iglesias en el Gobierno y al que nombró vicepresidente. Sánchez el que no hablaría jamás con Bildu y recibió con honores en Moncloa a los filoetarras. Sánchez el que dijo “no es no y nunca es nunca” a pactar con los independentistas y mandó a su secretario de Organización a Bruselas a implorar un acuerdo con un prófugo de la justicia. Sánchez, el que aseguró que traería a Puigdemont para que rindiera cuentas con la justicia y ha acabado proporcionándole escolta. Sánchez, el que aseguraba que si era presidente acabaría con los indultos y acabó indultando a los independentistas y prepara otro indulto para sus compañeros de los ERE. Sánchez el que aseguró que no habría amnistía y ha cambiado una amnistía Premium –con lawfare incluída- por supuesto, por el bien de España. Sánchez el que dijo que no habría referéndum y …

Sánchez sabía que estas elecciones eran un todo o nada. Pero no solo para él y su partido, sino tal vez para el otro gran partido. Porque si Sánchez no lograba la investidura, el descalabro para el PSOE hubiera sido de los que tal vez uno no se recupera. Sin embargo, ahora esa sensación derrota se queda para el Partido Popular, al que se le pueden hacer eternos 4 años en la sombra. Porque aunque la legislatura sea complicada, Sánchez ha demostrado ser el mejor equilibrista en el alambre. Tal vez porque está dispuesto a todo por tal de seguir siendo la estrella del circo.

Ya va siendo hora de que en la derecha española (considerando derecha toda aquella opción política alternativa al sanchismo) entienda a quien se enfrenta. A un ególatra sin escrúpulos que cambiará las reglas del juego tantas veces sean necesarias hasta que la suerte le muestre sus mejores cartas. El único que entendió a quién nos enfrentábamos era Albert Rivera y gastó no pocos esfuerzos en defenestrarlo. Hoy parece que la única persona en política que sabe el tamaño y la perversión del adversario es Isabel Díaz Ayuso, convertida en talón de Aquiles de Sánchez y el independentismo.

Así que déjenme que les dé un consejo de patriota. No permitan que hagan con Ayuso, lo que hicieron con Albert Rivera. Porque Albert vaticinó el Plan Sánchez y su banda. Y Ayuso lo dejó bien claro. A ella le gusta la fruta.

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