En Girona, pregunte a quien pregunte, probablemente le resultará muy difícil encontrar a alguien contento con la gestión realizada por el Ayuntamiento en estos cuatro años. No me malinterprete, encontrará personas que tengan intención de volver a votar a Junts, sin duda. Muy pocos lo harán con placer.
La sensación imperante es que la ciudad ha quedado paralizada en el tiempo por una pandemia versión premium que se adelantó a la otra un par de años, y en la que seguimos enquistados tres años después. Ningún proyecto notable se ha aprobado. De los aprobados anteriormente, ninguno se ha llevado a cabo.
Algunos ejemplos: La construcción del nuevo hospital de referencia Josep Trueta sigue en vilo desde hace más de dos décadas. Todo apunta que la ciudad lo perderá en favor de Salt. El soterramiento de las vías del tren, con un proyecto ya aprobado y el presupuesto ya asignado por el Estado, se paralizó por un desacuerdo de patio de escuela sobre qué debía hacerse con las vías actuales una vez soterrado el tren.
El puente que debería conectar la calle del Carmen con Emili Grahit, se recuerda solo por un grafiti en la pared de un edificio que dice “Aquí va un puente”. Las lindes del río Onyar, que cualquier turista que descienda de las murallas por la parte sur se encuentra directamente enfrente, siguen abandonadas a la maleza y las pintadas, donde podrían crearse concesiones de terrazas, paseos peatonales, por nombrar solo dos, si algún gobierno tuviera la iniciativa de iniciar un proyecto de control del caudal como el de la cercana Perpiñán.
Mientras tanto, el consistorio se gasta el dinero necesario para estos proyectos en construir una comisaría de policía local para la que no hay efectivos suficientes ni siquiera para mantenerla abierta (personal de recepción, seguridad, administrativos…) quitando efectivos a la otra comisaría, que ya se encontraba desde hace décadas bajo mínimos.
Construye también un puente decorativo sobre el río Güell, que no es útil ni siquiera para peatones porque las plataformas de acceso impiden que se use, excepto por quien quiera realizar un trayecto en diagonal muy específico.
Esta dejadez tiene un efecto evidente y otro más escondido. El evidente es que si hay un puente sin construir, las calles están peor conectadas, y hay más atascos. Si las lindes del Onyar no son aptas para las terrazas, los bares tienen menos posibilidades de hacer negocio. Si el río se inunda, hay pérdidas económicas. Si el tren no se sotierra, causa molestias a los edificios colindantes.
El efecto oculto de esta inactividad está en el subconsciente de todos los empresarios, inversores y emprendedores que podrían montar un negocio en Girona, o trasladar uno ya existente, y no lo hacen por la sensación de estancamiento que perciben; de que la vida económica de la ciudad, en lugar de ir a mejor, ya ha alcanzado el cénit y solo puede ir a peor. En este sentido, la inactividad del ayuntamiento está causando unas pérdidas a la ciudad que no llegaremos a conocer nunca.
Este panorama, entre otras muchas razones, es por lo que decidí presentar mi candidatura a la alcaldía de la ciudad, para que la ciudad pueda tener un equipo que se decida a coger el toro por los cuernos, al que no le de miedo tirar adelante proyectos que cambien la ciudad, que no se contente con hacer lo mismo que se hizo el año anterior, sin importarles el futuro, y dejando el marrón a aquellos que vengan después de ellos.