Cuantas más horas pasan, más claro queda el papel que ha ejercido la vicepresidente en funciones del Gobierno de España, doña Yolanda Díaz en el asunto de la búsqueda de apoyos para la investidura Frankenstein 2.0.
No viajó de tapadillo ni por sorpresa como nos quiere hacer creer el equipo olímpico de opinión sincronizada, no. Muy al contrario. Todo estaba perfectamente organizado y puesto en escena para crear una imagen de bilateralidad entre dos iguales, o casi: El President de la Generalidad en el exilio y la vicepresidente del Gobierno de España, enviada como recadera del Presidente del Gobierno de España en funciones.
Todo calculado al milímetro, ya que en eso de la comunicación y de los símbolos el separatismo se maneja de manera muy eficaz.
Así, la reunión comenzaba de manera distendida, relajada, se diría hasta cómplice. Mucha sonrisa, alguna risita, unos buenos posados y directos a la sala de reunión. Una sala con una sola bandera, la de la Unión Europea, con dos equipos cara a cara y separados por una distancia suficiente para que quedara claro que allí no se estaba de compadreo sino que eran unas conversaciones al más alto nivel institucional, amparadas por Bruselas y en pie de igualdad. El presidente de la nación catalana y la vicepresidente de la nación española manteniendo contactos diplomáticos en la sede de una Europa que asiste perpleja a la demolición controlada del Estado de Derecho en uno de sus países miembros.
Sin embargo, no es cierto que se tratara de una negociación. Yolanda Díaz fue a recoger las exigencias que Puigdemont iba a hacer públicas en rueda de prensa al día siguiente. Una rueda de prensa con otra cuidada puesta en escena en la sala de un hotel, con la asistencia en primeras filas de la cúpula de Junts, de representantes de ERC, Cup y entidades separatistas más o menos afines. Todos estratégicamente colocados para arropar con aplausos a Puigdemont en un escenario con la senyera y la bandera de la unión en un lateral y un roller trasero donde se dejaba bien clarito quién estaba ahí: El President Carles Puigdemont, del nuevo estado aspirante a formar parte de la UE. Todo a perfecto tiro de cámara, para facilitar el trabajo a la nutrida representación de medios de comunicación españoles (que no internacionales) y con un discurso milimetrado.
El contenido de ese discurso es lo que debió blandir Yolanda Díaz, aka Chamberlain, en Moncloa a la vuelta de Bruselas. Veremos que sucederá en el debate de investidura y si habrá alguien con la suficiente lucidez y firmeza moral para denunciar lo sucedido. Yo lo tendría claro: frente a ese “diálogo” en mayúsculas que enarbolará la izquierda, como algunos enarbolaron “paz” en mayúsculas hace 85 años, no queda otra más que replicar “Pesado te han en la balanza. Falto de peso te han hallado.” Y a plantar batalla.
(La creación de esta definición tan maravillosa no me corresponde a mí. Este hallazgo lo encontré en RRSS y desconozco su autoría. Si por casualidad leyera estas líneas, llévese mis felicitaciones).