Hoy me podréis tachar de populista. Lo sé. Pero hay que decirlo: El Congreso parece una escuela primaria. De hecho, los niños y niñas de mi escuela tenían más respeto que la gran mayoría de políticos que tenemos en la actualidad.
El ver que las sesiones del Congreso de los Diputados se ha convertido en el equivalente a vigilar un patio de colegio dónde el que grita más sale más en los medios (y muchas veces genera más interés) y el que modera el tono pierde votos y no le dan foco mediático. Esto me despierta una sensación de angustia y de repugnancia.
¿Cómo puede ser que en la casa de la democracia española se practique el borreguismo y el simplismo de bar? ¿Qué es esta falta de respeto a nuestra democracia y a todas las personas que lucharon durante la dictadura para nuestra libertad? ¿Esta es la memoria que les dejamos? ¿Un Congreso plagado de gritos, descalificaciones e insultos? ¿De verdad los partidos políticos están orgullosos de esto? Y si no lo están, ¿por qué lo hacen?
Cuando veía esas imágenes y escuchaba todo este desastre pensaba en las personas que no siguen la política y que sólo ven los telediarios de vez en cuando o un vídeo en twitter. Y reflexionaba: “¿Cómo la mayoría de políticos puede mirar a los ojos a la ciudadanía? ¿Cómo no se les cae la cara de vergüenza de mostrar tal infantilismo? ¿Cómo puede ser que los coherentes y los constructivos sean minoría y los destructivos y malsonantes la mayoría? ¿Cuándo ocurrió todo esto? ¿Y de quién es la culpa?
Realmente escribiendo este artículo me siento un poco como mi abuelo. He de reconocerlo. Pero tiene razón en el hecho que muchos políticos (eso sí, como decía el tertuliano de F98 y amigo Jose Luís Uriz, no voy a generalizar) de hoy un día son un lastre para nuestra democracia. Y lo son por el mero hecho que no aceptan que haya perspectivas diferentes de la política. Eso denota falta de empatía y también mucho narcisismo. Y aquí también entra el ego enorme que tienen algunos, como por ejemplo Irene Montero, (incapaz de reconocer un error) o los de Vox con el acoso a la propia Montero o a otros políticos. Ellos también son incapaces de reconocer que actúan de manera lamentable.
Estamos en un período que parece que la política es blanca o negra. Que estás conmigo o contra mí. Que si no estás en mi equipo eres fascista y que si eres del otro bando eres socialcomunista o etarra. Los que queremos debatir con argumentos y con seriedad debemos alejarnos de estos comportamientos y también de los que los utilizan como su única carta política.
Y que no se me malentienda: La política es debate. La democracia son diferentes ideas y perspectivas. El Congreso son diferentes ideologías y modos de ver la vida. Pero debe haber algo que obligatoriamente tiene que ser universal y es el respeto. Porque entender esto no significa solo respetar a la persona de otro partido político que tiene otra visión argumentada de otra perspectiva sino también es entender que hay que comportarse para respetar a la institución, a la ciudadanía y básicamente no quedar como un “imbécil” delante de 47 millones de españoles.