Las balas perdidas

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Acumulamos en la memoria a corto plazo no pocos “sucesos extraños” en los recientes procesos electorales en los que la izquierda ha partido en inferioridad de intención de voto previa.

Balas, navajas, amenazas, supuestas agresiones y planes diversos publicitados con el objetivo de compensar, vía victimismo, la merecida menor afinidad electoral de la izquierda.

Entramos en una nueva campaña electoral, (como si alguna vez hubiéramos salido de ella), y en estos tiempos unos y otros son capaces de las mejores promesas y de las más crueles y hasta patéticas mentiras. Algunos políticos, (no todos, por suerte), comienzan a salir por primera vez de sus madrigueras, por fin les interesan sobremanera los problemas del pueblo, pueblo que perciben como un cúmulo de burbujas capaces de hacerles seguir en sus lujosos agujeros a través de un sencillo acto analógico de los ciudadanos, y para ello todo vale.

Pero vamos al turrón. ¿Recuerdan aquellos rostros compungidos, aquellas caras desencajadas de algunos ministros socialistas y de Pablo Iglesias anunciando (mas que denunciando), que les habían enviado cartas con balas, navajas y utensilios diversos muy muy peligrosos?

Aquello fue gravísimo, pero, ¡oh, divina providencia!, no pudo encontrarse al autor o autores de esa “terrible amenaza”. Las actuaciones judiciales en torno a ese extraño suceso se archivaron y, ¿lo adivinan? Sí, nadie recurrió el sobreseimiento o archivo de dichas actuaciones. Nos quedamos sin saber quién había ideado aquella viñeta más propia del genio Ibáñez y de las investigaciones de la Tía.

La verdad es que pudimos sacar varias conclusiones de aquello. En primer lugar, hay que decir que Moncloa debería plantearse seriamente añadir un curso intensivo de arte dramático para sus Ministros, y en segundo lugar, debemos plantear como muy probable la opción de que aquel extraño suceso forme parte de una campaña electoral que, intentando mostrar las fortalezas de los candidatos o colaterales (victimismo incluido), sin embargo nos ofrece una imagen de los comportamientos patéticos de personas que matan y mueren por sus sillones de poli piel.

Todos sabemos que con una víctima se empatiza más, el sentimiento de victimización puede generar en otros una empatía capaz de obviar los no pocos defectos del atacado, y así: voto, ¿no? La respuesta a esta pregunta no debería ser un no, sino un nunca jamás.

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