Al parecer, Cristobal Colón falleció creyendo que Cuba formaba parte de Tierra Firme, y no fue sino un par de años después cuando el navegante gallego Sebastián de Ocampo constató que se trataba de una isla (muy grande, eso sí, pero una isla), tras efectuar su circunvalación en un viaje que le llevó ocho meses.
No he leído el libro de Irene Lozano titulado “Tierra Firme” (no creo que no lo lea nunca, a no ser que mis capacidades cognitivas se deterioren de forma significativa, o que mi voluntad sea doblegada mediante fortísimas sesiones de tortura). Así que, lo que viene a continuación es una mera suposición. Y lo que supongo (dado que “Tierra Firme”, por lo que tengo entendido, entra en la categoría de hagiografía y no tanto en la de biografía) es que el señor Sánchez sostiene en dicho libro (por boca de la antigua presidenta del Consejo Superior de Deportes) que, gracias a su buena labor al frente del gobierno, ha logrado que la sociedad española por fin pise firme en tierra firme y no sea arrastrado por esos vientos ultraderechistas que asolan (o amenazan asolar) otros países europeos. Claro, que a todo esto yo le veo dos problemas.
El primero problema sería que el verdadero reto que afrontan los países europeos (y Estados Unidos, desde luego) es la erosión paulatina del Estado de derecho, venga ésta de donde venga. Ya que la misma no tiene por qué venir necesariamente de gobiernos de derecha (Orban, Meloni…) sino que también puede hacerlo de gobiernos de izquierda. Y es obvio, para todo aquel que tenga dos dedos de frente y dos ojos en la cara, que el señor Sánchez está socavando lentamente (o no tan lentamente) el Estado de derecho (con un Fiscal general del Estado que ha sido reprobado por partida doble, con una ministra de Hacienda que filtra informaciones que no debería conocer, con un consentimiento expreso de comisiones parlamentarias para examinar la labor de los jueces, con un desembarco masivo de políticos socialistas en las instituciones públicas…).
Y el segundo problema que yo le veo a su lucha contra la ultraderecha (aunque ya se sabe que ultraderecha, para Sánchez, viene a ser todo aquello que se opone a su voluntad) es que, si bien la misma puede culminar con éxito a nivel del Estado español (no seré yo quien derrame ni una sola lágrima en caso de un hipotético hundimiento de Vox), ese éxito habrá de tener necesariamente como contrapartida el triunfo de los partidos ultraderechistas (o al menos ultranacionalistas) en sus respectivas taifas, habida cuenta de su actual política de alianzas, de la que tanto depende.
En resumen, el panorama al que nos enfrentamos actualmente los españoles es cuando menos preocupante. Así que Sánchez, como ya le pasara a Colón (salvando las distancias, que no se me venga arriba), se ha confundido, sin duda, a la hora de calificar la tierra que pisa. Lejos de ser Tierra Firme, yo la consideraría Terra ignota, término latino antiguamente empleado en los mapas para referirse a aquellas regiones inexploradas y expuestas a peligros desconocidos.