Mª Teresa López de la Vieja, Universidad de Salamanca
“Si, al final, no podemos derrotar al fanatismo, al menos podemos contenerlo”.
Hace veinte años, el escritor Amos Oz se preguntaba si el fanatismo tiene cura. Estaba convencido de que el conflicto entre Israel y Palestina nunca ha sido una guerra de religión, sino una lucha abierta por el territorio. Él defendía la solución de los dos Estados, poniendo fin a la ocupación israelí de territorios, como proponía el Acuerdo de Ginebra de 2003.
Desde octubre de 2023, el conflicto ha alcanzado otras dimensiones, a raíz de los ataques y secuestros llevados a cabo por el grupo Hamás y, luego, los bombardeos en la Franja de Gaza por orden del gobierno de Israel. Tanto la solución de los dos Estados como la condena de las atrocidades cometidas por Hamás estaban en las declaraciones del presidente del Gobierno español Pedro Sánchez en su reunión del 23 de noviembre con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. La reacción de Netanyahu ha sido la condena de esas declaraciones, por no atribuir toda la responsabilidad a Hamás cuando Israel estaría librando una auténtica “batalla por la civilización”.
Aquí se recuerda, primero, que la propuesta de dos Estados estaba en la Resolución 181 de Naciones Unidas, de 1947 y, de nuevo, en la Resolución 1397 de 2002.
En segundo lugar, la obligación de proteger a la población civil en los conflictos armados debería ser un argumento de peso contra los ataques de Hamás y los bombardeos de Israel en la Franja de Gaza.
Por último, las negociaciones de paz cuentan desde hace décadas con apoyo de una parte significativa de la sociedad civil israelí. Entre esas voces a favor de la paz y la democracia se cuentan las de reconocidos escritores, como Amos Oz y David Grossman.
Dos Estados
La voluntad de poner término a años de enfrentamientos y reconocer los derechos políticos, de Israel y de los representantes del pueblo palestino, eran en 1993 los objetivos de los Acuerdos de Oslo. A una paz justa y a la solución de los dos Estados se refería la Resolución 1397 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: Israel y Palestina deberían contar con fronteras seguras y respeto por las normas de derecho internacional. El gobierno de Israel rechazó entonces esa solución. Tampoco ha hecho suyo el plan de paz de 2020, promovido durante la presidencia del estadounidense Donald Trump, pese a las ventajas que pudieran derivarse de la paz y la cooperación en la zona.
En las dos últimas décadas, la expansión de los asentamientos ha continuado; en la práctica, los gobiernos israelíes no han aceptado la solución de los dos Estados. Han establecido un régimen de apartheid que limita los derechos de los palestinos, según informes del Centro Israelí de Información para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados. A finales de octubre de 2023 el secretario general de Naciones Unidas António Guterres condenó los ataques y secuestros por parte de Hamás y, a la vez, la muerte de civiles en Gaza por los bombardeos de Israel. Ha sido motivo de críticas por parte del gobierno de Netanyahu.
Los ataques y secuestros de Hamás han sido el detonante para la guerra contra la organización terrorista, con efectos devastadores para la población en la Franja de Gaza. El primer ministro israelí ha alegado que se trata de “escudos humanos” de los cuales se estaría sirviendo el grupo Hamás. De momento, es firme la voluntad de lograr todos los objetivos en la guerra declarada por el gobierno de Israel.
Los no combatientes
El argumento a favor de las negociaciones de paz –no solo treguas– se basa en acuerdos y normas internacionales sobre el deber de proteger a la población. Tiene que haber garantías para los no combatientes o quienes no participen directamente en las hostilidades, según el Protocolo Adicional de 1977.
Desde octubre de 2023, la Organización Mundial de la Salud está denunciando los bombardeos y ataques a centros sanitarios en la Franja de Gaza, como el hospital Al-Shifa.
Además de provocar una catástrofe humanitaria, los ataques sistemáticos han causado daños severos en centros educativos y en el patrimonio cultural, según una Resolución de la UNESCO.
Por su parte, el fiscal del Tribunal Penal Internacional ha confirmado que, desde hace dos años, está abierta la investigación sobre los crímenes contra la humanidad, cometidos tanto en la Franja de Gaza como en Israel.
Paz y democracia
No, nunca habrá paz para el estado de Israel sin compromisos, es decir, sin reparto del territorio. Era la conclusión del escritor Amos Oz, muy crítico con el fanatismo –impone sacrificios a los demás– y comprometido con el movimiento “Paz Ahora”. Desde 1978, parte de la sociedad civil israelí reclama el fin de la ocupación; así lo hizo en 1993: paz por territorios.
Hoy sigue apostando por la única solución viable, la paz. Es una tarea ardua, si bien existe una rica tradición de pensamiento que ha indagado en las raíces del conflicto entre israelíes y árabes; la ha analizado Gideon Katz.
¿Y qué sucederá tras esta guerra? Quizás acabe con la posibilidad de un dialogo real por el miedo y el odio hacia Israel, según el escritor David Grossman. Él ha denunciado también que los ciudadanos de Israel han sido traicionados por su gobierno, con políticas delirantes. Además del horror provocado por Hamás está el abandono de un modelo de Estado, liberal, democrático y comprometido con la paz.
Puede decirse, entonces, que la decisión de rechazar la violencia y poner límites al fanatismo no corresponde tan solo (aunque también) a los organismos internacionales o a países con intereses en la zona. En la construcción de la paz es o será clave la participación de la ciudadanía, en Israel y en Palestina.
Mª Teresa López de la Vieja, Catedrática Emérita Honorífica de Filosofía Moral, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.