Miguel Gutiérrez, voluntario de ‘Help To Ukraine’: “Tienes que aprender a convivir con el ruido de las sirenas de alarma y a entender que lo que haces allí es peligroso”

El trabajo de los voluntarios en un país en guerra, en ocasiones, puedes costarle la vida. Uno de los últimos ejemplos es el de Emma Igual, cooperante española de 32 años que falleció por un ataque ruso en Chasiv Yar.

PREGUNTA. ¿Cuál fue tu motivación para unirte como voluntario de una ONG en Ucrania durante estos tiempos difíciles? ¿Qué te impulsó a tomar esta decisión?

RESPUESTA. La ayuda humanitaria es una parte más del compromiso social, es verdad que es una parte muy especial y más si lo haces en medio de una guerra. Si, además, ves que el sufrimiento extremo que supone viene ocasionado por una invasión de un territorio soberano, de forma violenta, sin respeto a la legalidad internacional ni a los derechos humanos, creo que es muy difícil no tomar partido por aquellos que defendiendo su derecho a ser libres, están defendiendo al mismo tiempo el de todos nosotros.

P. ¿Qué tipo de trabajo has estado realizando en Ucrania como voluntario de la ONG? ¿Cuáles han sido tus principales responsabilidades?

R. Nuestra organización se llama ‘Help To Ukraine’ y es la única ONG 100 por 100 española que trabaja en Ucrania. Comenzó a ayudar allí el día después de la invasión, es decir el 25 de febrero del 2022. Yo en lo que va de año 2023 he estado cinco veces en Ucrania. En todas ellas he participado como voluntario realizando tareas de ayuda humanitaria. He llevado ambulancias desde España hasta Ucrania, he entregado ayuda esencial, sin la que muchas personas no podrían sobrevivir: comida, agua, mantas, ropa, medicinas, material sanitario. He colaborado buscando fondos para sufragar el coste de todas estas acciones, que en su totalidad provienen de la generosidad de particulares, o pequeñas empresas. También hemos montado un campus de futbol, este verano, para niños y niñas refugiados del frente de Zaporizyia, en esta ocasión con ayuda de la Fundación Real Madrid, que ha colaborado mucho con nosotros. Ver como cambian por unas horas las caras de esos niños y niñas, que han perdido todo lo que tienen, incluso muchos a sus padres y, sus miradas tristes se vuelven alegres, creo que es de las cosas más impresionantes que he visto en mi vida. Hay que ser muy duro para no emocionarse cuando lo ves.

P. En agosto tuviste una experiencia cercana a una bomba en Chernígiv. ¿Puedes describirnos esa situación y cómo la viviste? 

R. Si así fue. Cuando vas a una guerra sabes que hay un riesgo inherente a la situación tan especial en la que estás inmerso. Para los cooperantes, o voluntarios, en esta guerra en concreto es aún más peligroso, porque somos objetivo prioritario de la Federación Rusa, al igual que las ambulancias, o los médicos civiles. Si un soldado ruso puede elegir entre un soldado ucraniano, o un voluntario de ayuda humanitaria, siempre elegirá a este último, porque su principal objetivo es sembrar el terror en la sociedad civil de Ucrania. En Chernigiv, estábamos por casualidad, está muy alejado del frente, a casi más de 1000 Km, y no había habido bombardeos desde hacía más de seis meses. Así que puede decirse que fue mala suerte.

Estábamos reunidos con una organización hermana nuestra, que distribuye la ayuda humanitaria que llevamos en esa región y, de repente, todo estalló por los aires. Los rusos enviaron un misil de crucero, directamente contra un teatro que estaba en medio de un parque, un sábado por la mañana, en agosto, lleno de niños jugando y de parejas paseando con carritos de bebés. Fue un milagro que solo hubiera 7 víctimas mortales. Pero además de lo de Chernigiv, he sufrido ataques en Jersón, o misiles en Kiev, Zaporizyia, Lviv y Odessa. En Krivi Rieg bombardearon horas después de haber dormido allí nosotros. Tienes que aprender a convivir con el ruido de las sirenas de alarma y a entender que lo que haces allí es peligroso.

En una guerra igual esa persona es la que salva luego tu vida, o te da un trozo de pan que te permite tirar un día más

Miguel Gutiérrez

P. Las personas que no han vivido la guerra a menudo tienen dificultades para comprender su impacto en la vida cotidiana. ¿Puedes compartir alguna anécdota que ilustre cómo la guerra ha afectado a las personas en Ucrania?

R. Lo más disruptivo que hay es la convivencia diaria de una situación excepcional, como es estar en guerra y escuchar las alarmas y compaginarlas con el quehacer habitual de lo cotidiano. Es necesario explicar que no es igual estar en una ciudad al oeste de Ucrania, como Lviv, o en Kiev, o incluso en Zaporizyia, o hasta Odessa si me apuras, con los pueblos cercanos al frente de guerra más al este. En esas ciudades los ucranianos hacen vida normal, suenan las alarmas y la gente ni baja a los refugios. Solo llevan a los niños que están en las escuelas.

La gente sigue caminando, o sigue entrando en una tienda a comprar ropa. Tienen totalmente interiorizado que no van a dejar que un misil, o un dron suicida, modifique sus hábitos de vida, por lo tanto, ellos siguen haciendo su vida normal. En Kiev, por la noche, desde la planta veintitantos de un hotel, yo he visto el juego de los misiles rusos y los antimisiles aéreos ucranianos desde la ventana y parecía que veías una película de la guerra de las galaxias. Pero eran misiles reales, luchando unos contra otros encima de tu cabeza. La situación en el frente de guerra es totalmente distinta. Los pueblos más cercanos a esa línea están prácticamente abandonados, solo quedan los que no han querido irse, normalmente gente mayor, muy humilde, que solo tiene lo que supone su vivienda, o personas con movilidad reducida, que no pueden trasladarse, no hay niños ya, porque los han sacado a todos a centros de acogida más al oeste, como donde hicimos el campus que comentaba antes.

Esos son los sitios donde vamos nosotros a entregar ayuda, porque si no vamos nosotros, esa pobre gente no tiene ni para comer, ni para beber en muchos casos. Sobreviven gracias a organizaciones como la nuestra que les llevan lo necesario para poder seguir viviendo. En esas zonas la experiencia es más compleja, porque oyes los cañones a pocos kilómetros de donde estás, o los drones volar por encima de tu cabeza. Ahí hay que entrar rápido, hacer lo que sea que toque, descargar ayuda, o recoger a una de esas personas que no se han ido y que hay que trasladarla al hospital, o a un centro de refugiados porque ya no aguanta más, y salir antes de que te detecten y te disparen.

P. ¿Cómo te ha cambiado personalmente tu experiencia como voluntario en Ucrania? ¿Has visto algún cambio significativo en tu perspectiva sobre la vida y el conflicto?

R. Es indudable que experiencias como las que hemos comentado cambian, no tu vida, pero sí el concepto que tenemos sobre lo que es importante en la vida. Físicamente, cuando vuelves a Polonia, es decir a la seguridad de lo cotidiano para cualquier ciudadano europeo, notas un bajón físico tremendo. Es la bajada de la adrenalina que te mantiene alerta y despierto todo el tiempo que estás allí. Eso se pasa rápido. Los recuerdos de las personas, de lo que has visto y sentido, no se va nunca. Y es eso precisamente lo que cambia tu vida para siempre. Te das cuenta que en nuestra sociedad consumista, en la que vivimos pendientes de un like en cualquier red social, o de un comentario más o menos afortunado, e incluso de algún debate político, que creemos fundamental para nuestras libertades, no damos ningún valor a lo verdaderamente importante: la solidaridad, ayudar al que lo necesita, que no tiene que ser tu hermano, puede ser el vecino de tu escalera.

Es que en una guerra igual esa persona es la que salva luego tu vida, o te da un trozo de pan que te permite tirar un día más. Y amigo, esa es la diferencia entre la vida y la muerte muchas veces. No nos damos cuenta que el conflicto de Ucrania está ahí al lado. A no más de dos días en coche desde España. Creemos que esas cosas no nos pueden pasar a nosotros. Yo, por motivos de mi profesión política, he estado en otras guerras, en Irak, o en el Líbano, pues bien, esta es totalmente diferente. Y no por los medios, o la gestión militar del conflicto, no. Lo es, porque esta es una guerra europea y eso la hace totalmente diferente a las demás. Es nuestra guerra. Los ucranianos están defendiendo su libertad, que es al mismo tiempo la libertad de todos los europeos. Nuestra obligación es ayudarles todo lo que podamos, porque ellos ponen lo más difícil en juego, que son las vidas que representan el futuro de un pueblo y una nación como la ucraniana.

P. La labor de las ONGs en zonas de conflicto puede ser emocionalmente abrumadora. ¿Cómo te cuidas emocionalmente y cómo mantienes la motivación para seguir ayudando a pesar de las adversidades?

R. Es una pregunta muy interesante, porque las primeras veces que vas a una experiencia tan extrema como es una guerra, nadie te prepara para ello. Sobre todo para la vuelta. Y tampoco encuentras como dar respuesta a todo ese cúmulo de preguntas que te haces en tu interior. ¿Qué habrá pasado con aquella señora mayor que sacamos de Kupiansk? O, ¿qué será de aquel soldado con el que compartiste un cigarrillo en Komisivahja, mientras oías la artillería rusa a 10 Km de ambos? Son preguntas que seguramente no tendrán respuesta nunca, pero, sin proponértelo, un día te das cuenta que estas pensado en ellos.

Cuando ya has ido y vuelto varias veces aprendes a sobrellevarlo, no dejas de comprender que es necesario empatizar, e incluso participar, e inmiscuirte por un momento en la vida de todas esas personas, pero sin llevártelas contigo. Para eso son necesarias dos cosas, la confianza y el apoyo de las personas que están a tu lado, del equipo de la ONG con la que trabajas. Eso es primordial. Allí todos cuidamos de todos. En todos los sentidos. Nos cuidamos físicamente, pero también mentalmente, porque cada uno ajusta esas emociones de forma distinta. Y, en segundo lugar, tu familia, tus amigos, el apoyo de los más cercanos. Ellos lo pasan mal cuando te vas, tienen miedos y dudas, pero su apoyo es esencial para que, al volver, uno pueda recuperarse rápido. Todos esto, claro está, requiere que uno tenga unos valores personales previos sólidos.

P. ¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las personas que están interesadas en apoyar a las ONGs que trabajan en zonas de conflicto como Ucrania?

R. Sin duda, solo hay un mensaje y es sumamente importante. Necesitamos el apoyo de todos y lo necesitamos ya. Hay muchas organizaciones como la nuestra, como ‘Help To Ukraine’, que no se financia con fondos públicos, que no tiene empleados, ni paga sueldos. Que todo lo que hacen se apoya en el esfuerzo personal de los que colaboramos y de nuestras familias, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, empresas locales pequeñas que te conocen, un taller, una tienda de ropa, un bar. Los ucranianos necesitan esta ayuda, porque sin ella, ni hay esperanza, ni fututo para todos ellos, pero si esta guerra se pierde, tampoco para Europa. Nos enfrentamos a un nuevo invierno, con mucho frio, poco combustible, y poca comida cerca del frente. La solidaridad es más necesaria que nunca. Y quero terminar con un mensaje que también me gustaría que se entendiera. Cuando nosotros entregamos la ayuda que recogemos de las donaciones de toda esta buena gente que he comentado, nos convertimos en embajadores de todos los españoles. Embajadores de la solidaridad española. Y puedo asegurarles que la idea que el pueblo ucraniano tiene de nosotros es la de un pueblo hermano y una sociedad comprometida con los valores que ellos defienden. Por eso nos precian tanto y por eso reclaman también nuestra ayuda.

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