“El pueblo salva al pueblo”, el grito desesperado de los voluntarios

“Una impotencia total, porque no puedes hacer nada”, relata Satur, que el primer día, el miércoles, estuvo incomunicado junto con el resto de vecinos de una calle donde se apilaron numerosos vehículos arrastrados por las aguas y hasta hoy sábado “no ha venido nadie a decirme si necesito algo”, en alusión a entidades públicas.

La sensación de impotencia por no poder hacer más con los medios de que disponen y la urgencia de vehículos que retiren los objetos que han quedado inservibles por la dana de las vías públicas es el grito desesperado de los voluntarios y vecinos de Aldaia (Valencia), que manifiestan con un lema: “El pueblo salva al pueblo”.

“Ves las noticias y hablan mucho de Paiporta, Catarroja, Massanassa, que me parece muy bien porque lo necesitan, pero Aldaia parece que no existe. Ni siquiera cuando salen los pueblos afectados sale. Que crucen el puente y vean cómo está y vean si la gente necesita ayuda de verdad”, claman tres jóvenes voluntarios de Alaquàs de camino a la población vecina, ataviados con guantes de látex y mascarilla porque les han dicho que el agua está empezando a ser “tóxica”.

Lamentan que haya solo un camión de la UME para todo el pueblo cuatro días después de la tragedia y piden que no vayan a “hacerse la fotito y a quedar bien” porque ha sido el pueblo el que ha salvado al pueblo, “no el Gobierno ni nadie”.

“Ni tenemos fuerza ni material” para poder mover los coches y quitarlos, y encima se aprovechan las noches para robar en los coches, lo poco que queda en ellos.

Piden a los gobernantes que bajen al barro y miren de primera mano cómo está el pueblo, y se articulen las ayudas que ya existen, por ejemplo uno de los hoteles de Alaquàs que en los últimos tiempos ha acogido a inmigrantes para alojar a los vecinos que se han quedado sin poder vivir en sus casas.

La ayuda de los jóvenes está siendo vital

Un vecino del barrio La Saleta, Satur Moral, no recuerda que nunca haya entrado agua en su casa y por eso la inundación del pasado martes pilló a todos por sorpresa y sin haber sido advertidos. “Cuando nos llegaron los avisos, yo tenía el agua por las rodillas y ya no podía hacer nada, ya no podía reaccionar, solo pudimos encogernos de hombros y ver cómo pasaba el agua, a esperar que remitiera”.

Lo peor fueron los primeros días sin luz ni agua, sin cobertura y sin internet, y cuando bajó el nivel de agua se dio cuenta de la magnitud del desastre y de que su casa estaba “patas arriba” sin poder echar mano de una manguera, ni poder usar los inodoros o las duchas, ni siquiera lavar la ropa o los platos.

“Una impotencia total, porque no puedes hacer nada”, relata Satur, que el primer día, el miércoles, estuvo incomunicado junto con el resto de vecinos de una calle donde se apilaron numerosos vehículos arrastrados por las aguas y hasta hoy sábado “no ha venido nadie a decirme si necesito algo”, en alusión a entidades públicas.

Y asegura tener “clarísimo” que es gracias a la ayuda ciudadana como están saliendo del caos, con un agradecimiento especial a los jóvenes. “La gente joven es maravillosa”, dice emocionado.

Según un vecino afectado por las inundaciones, Jesús Pérez, residente de la calle San Vicente, hace falta comida, agua, manos para quitar los escombros y maquinaria, aunque reconoce que él cuenta con mucha ayuda.

Esta calle es una vía estrecha y larga, una de las más afectadas, y se generaron taponamientos a causa de los vehículos arrastrados, palés y contenedores flotantes, de ahí la dificultad de acceder a vaciar la calzada.

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