Entre churrascos a la unidad y monedas honoríficas, una compleja fauna se ha asentado en la ribera del Río de la Plata. Esta, la Argentina, es un ecosistema poblado de numerosas especies bajo yugo del Peronistha tigris, panterinos que, regidos en la sombra por la viuda de Kirchner, copan la jungla de la burocracia. Con sed de codiciado argento, conocido popularmente como guita, brillan sus colmillos al son de cuantas monedas hayan requisado. Pese a ser una rara avis, desconcertados nativos afirman avistar reducidas parvadas de Oxyura Bullrichtiensis, ejemplares de patos macristas que, sin rumbo fijo, nadan de una a otra orilla, irremediablemente hacia las fauces de dos fieras, en pugna por el mando de la jungla rosada.
Desde incontables estaciones, una manada felina controla la cuenca del Plata, hoy encabezada por un tigre de gran massa corporal. No se trata de una bestia de desmedida fuerza ni gran astucia, pero se vale de otras ventajas por mérito ajeno. Su virtud radica en dos factores: el primero, un pelaje completamente rayado, que le permite expoliar los campos de alrededor sin ser visto; el segundo, grandes aliados que ahondan en su capacidad de camuflaje, como es el excelso circo-prensa de los chimpancés bipolares, que sollozaban desconsoladamente cuando el pato macrista nadaba entre orillas y hoy ríen de forma pusilánime con ese tigre-massa que, a fuerza de zarpazo, impone un tributo draconiano mientras pecunias pierden su escaso valor.
La tercera de las bestias es relativamente nueva, un estrafalario león de afición canina, diestro con el balón y afán dolarizador. Amado y odiado a partes iguales, este felino ‘mileinario’ es el antiguo rey de un mundo perdido, motosierra en mano para cumplir con su empresa. Como buen arquero, ha esperado pacientemente su momento y, sin previo aviso, se abrió ‘PASO’ entre patos y tigres, pudiendo habitar una estación en el lugar. Empero, una aciaga noche, regresó el maltrecho tigre con sed de sangre, y derrotó en el primero de los asaltos al animal de tupida melena.
La duda aflora, ¿qué ha hecho que el Rey León lama sus heridas tras el ataque del tigre de Perón? Parecía que la libertad avanzaba, y un Frente de Todos acabó con tales pretensiones en su momento de mayor debilidad. Tal vez, entre la desgracia, redes clientelares y saciados monos mediáticos vean su situación de privilegio peligrar ante un líder diferente al tigre, y hayan decidido tutelar la fiesta de la democracia. Es, pues, el cuarto poder no solo el que mantiene a esta manada, sino el que ha creado a un enemigo perfecto que, por el miedo que pueda infundir, jamás será bienvenido entre unos rioplatenses temerosos del futuro, pero más aún del presente.